agosto 31, 2008

Mi propio manifiesto (y II)

La semana pasada se acabó la página cuando les comentaba cómo ni el Gobierno central ni algunos gobiernos autonómicos garantizan el libre uso del castellano, o español, en la Administración, Sanidad o Educación de toda España. Franquismo al revés: antes era el español forzoso para todo, y ahora es la lengua local la obligatoria. Cuando los nacionalistas buscaban parcelita, la palabra bilingüismo era mágica: daban el alma por rotular también en catalán, gallego o vascuence. Ahora proclaman sin disimulo el ideal de una nación monolingüe, aunque no encaje en la realidad de la calle. Pese a que su mala fe es evidente, aún hay palmeros y cómplices afirmando que eso es progresista; y denunciarlo, resabio imperial. Y mientras tanto imbécil –en el más honrado de los casos– mira al tendido o lleva el botijo, cuatro golfos oportunistas han convertido las respectivas lenguas, valiosas herramientas culturales y de comunicación, en filtro sectario para excluir a los no afines y promocionar en el trabajo y la sociedad a su clientela exclusiva. Marginando la excelencia profesional a favor de la lingüística, como si contara más el idioma que la habilidad de quien opera con un bisturí. Tal es el sentido de la sobada cohesión social: hablar sólo una lengua propia como si la común, el español, no lo fuese. Empeño legítimo, por cierto, para un catalán, un vasco o un gallego nacionalistas; pero injusto para quien no lo es. En una España llena de naturales e inmigrantes que van de una autonomía a otra buscando trabajo, es un disparate negarles el único idioma que permite comunicarse en todo el territorio nacional –y también fuera de él– con soltura y libertad.


En esta canallada política nadie tiene la exclusiva. Los graves cantamañanas del Pepé, reunidos hace mes y pico en San Millán de la Cogolla para proclamar su apoyo a la lengua española, podían haberlo hecho con más eficacia y menos demagogia durante los ocho años que estuvieron en el poder. Entonces, la peña del amigo Ansar tragó de todo. Como tragará en el futuro, por mucho que ahora subscriba el Manifiesto de la Lengua Común o el de la Lirio, la Lirio tiene, tiene una pena la Lirio. Así que, en mi opinión, Mariano Rajoy puede meterse la adhesión donde le quepa. Por culpa de tanto oportunista, al final siempre terminan vendiéndonos la lengua española como enfrentamiento entre derecha e izquierda; cuando, en realidad, los políticos de derechas tienen tanta desvergüenza como los de izquierdas. Es cosa del puerco y común oficio.

En cuanto a los que se llenan la boca de República o Guerra Civil, cuya realidad tanto manipulan, hay que recordarles que la mayor parte de quienes lucharon por esa República no lo hicieron para darles un cortijo con lengua propia a cuatro mangantes, sino para que una España de ciudadanos fuese más culta, libre y solidaria. Uno comprende que la derecha, con su desvergüenza innata, vaya y venga envuelta en toda clase de farfollas trompeteras. A fin de cuentas, su discurso es, a escala nacional, el que los nacionalistas mantienen a escala cutre. En cuanto a la izquierda, algunos llevamos treinta años preguntándonos qué pito toca en ese apoyo suicida al nacionalismo, que no fue de izquierdas nunca: situar ahí a Arzallus, Ibarretxe o Pujol es un desatino indecente. Como dijo Juan Marsé: «En la postguerra me putearon los padres y en la democracia sus hijos. Pero siempre me putearon los mismos».

Hay menos injusticia, afirmaba Montaigne, en que te roben en un bosque que en un lugar de asilo. Es más infame que te desvalijen quienes deben protegerte. Pensé en eso oyendo al presidente Zapatero referirse al Manifiesto de la Lengua Común, cuando expresó su esperanza de que la derecha «no se apropie del idioma español como hizo con la bandera». Todavía estoy dándole vueltas a si lo del presidente es candidez o cinismo. La derecha se apropió de la bandera española porque, desde la Transición, la izquierda se la regaló gratis, negándose a utilizarla hasta veintitantos años después: los mismos que ha tardado el Pesoe en pronunciar la palabra España. Y al final, entre unos y otros, han conseguido lo mismo que con la bandera. Lo que ya pasa en algunos colegios: que al niño que habla en español lo llamen facha.

Por eso me adherí al manifiesto. Confirma mi decisión el recular de los cobardes, el silencio de los corderos y el runrún de los tontos: los equidistantes que siempre acaban favoreciendo al verdugo. Me reafirma la furia de los caciques paletos y los escupitajos de mala fe de quienes tienen la osadía de llamar nostálgicos del franquismo, e incluso extrema derecha –lo han hecho consejerías de cultura autonómicas y miembros del Gobierno– a firmantes como Miguel Delibes, Carlos Castilla del Pino, José Manuel Sánchez Ron, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Margarita Salas, o yo mismo. Luego algunos se extrañan de que me cisque en su puta madre.

Arturo Pérez-Reverte

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agosto 27, 2008

Los políticos cantan...

A continuación, les presentamos los últimos trabajos de un conocido trío de políticos con aficiones musicales y humorísticas:

Silvio Berlusconi - Está trabajando en un nuevo proyecto: un álbum de canciones de amor.



Josep Lluís Carod-Rovira - Proclama que Cataluña copa la mitad de las medallas y denuncia la "falsa unidad" de la selección española.



Jordi Pujol - "Ahora la relación entre Cataluña y el resto de España es peor que nunca".


agosto 25, 2008

Mi propio manifiesto (I)

A ciertos amigos les ha extrañado que el arriba firmante, que presume de cazar solo, se adhiriese al Manifiesto de la Lengua Común. Y no me sorprende. Nunca antes firmé manifiesto alguno. Cuando leí éste por primera vez, ya publicado, ni siquiera me satisfizo cómo estaba escrito. Pero era el que había, y yo estaba de acuerdo en lo sustancial. Así que mandé mi firma. Otros lo hicieron, y ha sido instructivo comprobar cómo en la movida posterior algún ilustre se ha retractado de modo más bien rastrero. Ése no es mi caso: sostengo lo que firmé. No porque estime que el manifiesto consiga nada, claro. Lo hice porque lo creí mi obligación. Por fastidiar, más que nada. Y en eso sigo.


No es verdad que en España corra peligro la lengua castellana, conocida como español en todo el mundo. Al contrario. En el País Vasco, Galicia y Cataluña, la gente se relaciona con normalidad en dos idiomas. Basta con observar lo que los libreros de allí, nacionalistas o no, tienen en los escaparates. O viajar por los Estados Unidos con las orejas limpias. El español, lengua potente, se come el mundo sin pelar. Quien no lo domine, allá él. No sólo pierde una herramienta admirable, sino también cuanto ese idioma dejó en la memoria escrita de la Humanidad. Reducirlo todo a mero símbolo de imposición nacional sobre lenguas minoritarias es hacer excesivo honor al nacionalismo extremo español, tan analfabeto como el autonómico. Esta lengua es universal, enorme, generosa, compartida por razas diversas mucho más allá de las catetas reducciones chauvinistas.

La cuestión es otra. Firmé porque estoy harto de cagaditas de rata en el arroz. Detesto cualquier nacionalismo radical: lo mismo el de arriba España que el de viva mi pueblo y su patrona. Durante toda mi vida he viajado y leído libros. También vi llenarse muchas fosas comunes a causa del fanatismo, la incultura y la ruindad. En mis novelas históricas intento siempre, con humor o amargura, devolver las cosas a su sitio y centrarme donde debo: en el torpe, cruel y desconcertado ser humano. Pero hay un nacionalismo en el que milito sin complejos: el de la lengua que comparto, no sólo con los españoles, sino con 450 millones de personas capaces, si se lo proponen, de leer el Quijote en su escritura original. Amo esa lengua-nación con pasión extrema. Cuando me hicieron académico de la RAE acepté batirme por ella cuando fuera necesario. Y eso hago ahora. Que se mueran los feos.

Quien afirme que el bilingüismo es normal en las autonomías españolas con lengua propia, miente por la gola. La calle es bilingüe, por supuesto. Ahí no hay problemas de convivencia, porque la gente no es imbécil ni malvada, ni tiene la poca vergüenza de nuestra clase política. La Administración, la Sanidad, la Educación, son otra cosa. En algunos lugares no se puede escolarizar a los niños también en lengua española. Ojo. No digo escolarizar sólo en lengua española, sino en un sistema equilibrado. Bilingüe. Ocurre, además, que todo ciudadano español necesita allí el idioma local para ejercer ciertos derechos sin exponerse a una multa, una desatención o un insulto. Métanse en una página de Internet de la Generalidad sin saber catalán, por ejemplo. De cumplirse el propósito nacionalista, quien dentro de un par de generaciones pretenda moverse en instancias oficiales por todo el territorio español, deberá apañárselas en cuatro idiomas como mínimo. Eso es un disparate. Según la Constitución, que está por encima de estatutos y de pasteleos, cualquier español tiene derecho a usar la lengua que desee, pero sólo está obligado a conocer una: el castellano. Lengua común por una razón práctica: en España la hablamos todos. Las otras, no. Son respetabilísimas, pero no comunes. Serán sólo locales, autonómicas o como queramos llamarlas, mientras los países o naciones que las hablan no consigan su independencia. Cuando eso ocurra, cualquier español tendrá la obligación, la necesidad y el gusto, supongo, de conocerlas si viaja o se instala allí. En el extranjero. Pero todavía no es el caso.

Y aquí me tienen. Desestabilizando la cohesión social. Fanático de la lengua del Imperio, ya saben. Tufillo franquista: esa palabra clave, vademécum de los golfos y los imbéciles. La puta España del amigo Rubianes. Etcétera. Así que hoy, con su permiso, yo también me cisco en las patrias grandes y en las chicas, en las lenguas –incluida la mía– y en las banderas, sean las que sean, cuando se usan como camuflaje de la poca vergüenza. Porque no es la lengua, naturalmente. Ése es el pretexto. De lo que se trata es de adoctrinar a las nuevas generaciones en la mezquindad de la parcelita. Léanse los libros de texto, maldita sea. Algunos incluso están en español. Lo que más revienta son dos cosas: que nos tomen por tontos, y la peña de golfos que, por simple toma y daca, les sigue la corriente. Pero de ellos hablaremos la semana que viene.

Arturo Pérez-Reverte

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agosto 22, 2008

El castellano no debe enseñarse en Cataluña

Hace años que La Universitat Catalana d’Estiu se ha convertido en el espacio patrocinador de cualquier idea que vaya en contra de la cultura francesa y española y de todo aquello que promocione la eliminación oficial del castellano en Cataluña. En democracia puede ser hasta legal, pero antropológicamente a eso se le llama racismo cultural.

Suele ser ordinario entre sus modos de vender su nacionalismo cultural, político y lingüístico, recurrir a personajes internacionales para que repitan como loros sus tesis en los eventos que montan para ello. Pagan bien y agasajan mejor. Rigoberta Menchú o Mayor Zaragoza lo saben.


Este año, le ha tocado el turno al lingüista de padres alemanes nacido en Barcelona, pero criado y educado en Alemania y EEUU, Til Stegmann. Ha soltado la criatura que el castellano no debería enseñarse en Cataluña: "No sería necesario impartir clases en español en Cataluña. Lo más normal es que en el país se pueda vivir íntegramente en catalán, porque no es una lengua de segunda".

El lingüista alemán, es fundador de la Biblioteca Catalana de Frankfurt, es el primer traductor de la cultura catalana al alemán y tiene en su currículo el Premi Internacional Ramon Llull 2006, como no podía ser de otra manera.

Por lo que se ve, el lingüista es experto en política, por eso consideró que la Constitución española está equivocada en el capítulo de lenguas; para él, todos los idiomas españoles deberían ser considerados iguales, y ya puesto, ha criticado el "Manifiesto por la lengua común". La lección bien aprendida. Dejà vu.

En la Universidad Catalana de verano de Prada de Conflent (Francia), parte de lo que los nacionalistas llaman "països catalans", cada año se dan cita todos los lingüísticas y políticos catalanes más radicales. Siempre ha ocurrido que lo que allí se pide acaba imponiéndose años más tarde: lengua propia, inmersión, lengua institucional... Ahora sueltan la liebre de la eliminación del castellano en la escuela. Es lo que piensan aunque no sea lo que puedan hacer por ahora. Sigan atentos al presidente español de turno que quiera formar Gobierno y no pueda sin los votos de los nacionalistas.

A continuación los patrocinadores de la Universitad Catalana d’Estiu:
La UCE no seria possible sense el suport de les següents institucions:

Generalitat de Catalunya: Departament d’Agricultura, Alimentació i Acció Rural - Departament de Cultura (a través del Centre de Promoció de la Cultura Popular i Tradicional Catalana i la Institució de les Lletres Catalanes) - Departament d’Educació - Departament de la Presidència (a través de la Secretaria General i la Direcció General d'Afers Religiosos) - Departament de la Vicepresidència (a través de la Secretaria de Política Lingüística) - Departament d'Innovació, Universitats i Empresa - Departament de Salut - i Departament d'Economia i Finances.

Govern de les Illes Balears - Govern d’Andorra - Consell Regional del Llenguadoc-Rosselló Diputació de Barcelona - Diputació de Lleida - (Presidència i Institut d'Estudis Ilerdencs) - Diputació de Tarragona - Diputació de Girona Consell General dels Pirineus Orientals - Consell de Mallorca - Consell Insular d'Eivissa - Institut d'Estudis Ilerdencs - Ajuntament de Barcelona - Ajuntament de Mataró Vila de Prada - Institut Menorquí d'Estudis - Ajuntament de Sant Cugat del Vallès - Vila de Perpinyà - Caixa de Balears - Ajuntament de Cardedeu - Ajuntament de Sant Feliu de Llobregat - Ajuntament de Figueres - Ajuntament de Vic - Ajuntament de Vilaseca - Ajuntament de Tortosa - Ajuntament de l’Ametlla de Mar - Ajuntament de l’Ametlla del Vallès - Ajuntament de Reus, i la col·laboració de mitjans de comunicació: Catalunya Ràdio - TV3 MacInformàtica - Fundació Juvinter - Raco Català - Fundació puntCat.

Antonio Robles, diputado de C's en el Parlamento de Cataluña

» Artículo publicado en Libertad Digital

agosto 21, 2008

Aquel otro José Montilla

José Montilla hace un uso explícitamente accidentalista del poder. Las formas son siempre accesorias; el poder es el valor definitivo. Tuvo tiempo para aprenderlo al ir aterrizando desde la izquierda más radical hasta el aeropuerto europeísta y confederalizado del PSC-PSOE. La tesis fundacional del socialismo catalán en la transición era muy descarnada: el PSC ponía la cúpula bruñida y el PSOE la mayor cantidad de votos. Funcionó, incluso en Gerona. Políticamente, Montilla y los suyos -los llamados «capitanes»- sufrieron no pocas humillaciones por parte de las mentes preclaras del PSC, gente de mucha bibliografía y poco afán de acción. Gradualmente, como una termita implacable e inasequible a la incomodidad estratégica, Montilla fue marcando terreno con paciencia solo comparable a su tan parca expresividad. Actualmente preside la Generalitat, controla las diputaciones y los grandes ayuntamientos, la totalidad de medios de comunicación públicos y tiene la complicidad de no pocos medios privados. Desde luego, lo que decía sobre la sociedad catalana siendo alcalde de Cornellá de Llobregat no es exactamente lo que dice ahora. Si antes daba la impresión de conectar con algunas mutaciones sociales que el pujolismo institucionalizado ya no percibía, hoy permanece tan blindado ante los tropismos de la sociedad que parece considerar una minucia lo que ha significado el abstencionismo en el referéndum del «Estatut».


Para el PSOE, Montilla era uno de los suyos, el hombre que iba a solucionar el ovillo enmarañado por el maragallismo. Contribuyó a la ascensión del zapaterismo después de ser del jacobinismo borrellista . Zapatero aceptó a ciegas el nuevo «Estatut» del pacto del Tinell. Se le permitió a Montilla que liquidase a Maragall, puso en el podio a Carmen Chacón, dio su aval a una política lingüística que iba en contra de los intereses de sus electores más fieles por no hablar en términos de España entera. Montilla ha convertido el PSC-PSOE en una maquinaria de poder sin líquido de frenos: lo que no tiene es un horizonte salvo el poder por el poder. Ha fagocitado al PSC, cuyo único superviviente en activo es precisamente el consejero Castells, el hombre que agita los componentes de la tributación autonómica y amenaza con no votar los presupuestos del Estado, con esa ciclotimia que fue propia de Maragall y que comparten casi todos los intelectuales de la izquierda en Barcelona. Llegar, ocupar, permanecer: la finalidad poco importa. Montilla no es un frívolo pero no le hace ascos a la introducción subrepticia de la bilateralidad en el marco constitucional de España. Eso queda muy lejos de la noción socialista de solidaridad territorial.

¿Es ese el mismo Montilla que tanto criticaba la política lingüística del pujolismo y el esencialismo del nacionalismo catalán? El lío que ha organizado en el conjunto de España acaba de tener por primer entreacto la contrapartida cedida por Zapatero a ICV -un solo diputado eco-comunista- para no tener que afrontar en la Carrera de San Jerónimo el gravísimo asunto de la financiación autonómica. Algo caro ha salido evitarle a Zapatero una comparecencia parlamentaria. Habilidad costosísima por parte del presidente del Gobierno mientras en las filas más adultas de su partido se escuchan comentarios de grosor. El sistema de estabilizadores entre el PSOE y el socialismo catalán han sido anegados por una marea de difícil retrogresión. «Cataluña no puede tensionar las costuras del Estado», dice el socialista Pérez Touriño. Poder quizás no pueda, pero lo hace sin reparo alguno.

A la CiU de Artur Mas -ya trasquilada por Zapatero durante en barullo estatutario- no se le ocurre otra cosa que alinearse con el tripartito reivindicando la financiación autonómica y si hace falta el concierto económico, después de décadas de atribuirse un buen trozo de aquella tarta que llamábamos gobernabilidad. Un Pujol que siempre, desde el último gobierno de González, defendiera a Solbes ahora sale sumándose a la glorificación de Castells. El victimismo se ha reestructurado como cartel. Hay quien aliña de nuevo las viejas ensaladas de la «sociovergencia». La ciudadanía catalana está en las playas, con cierto desconcierto y con creciente pasividad. Quién sabe hasta qué punto la tirantez entre la Moncloa y la Generalitat tiene ciertos componentes de apaño teatral. Desde luego, el episodio es poco serio, como hubiese comentado hace unos años aquel otro Montilla.

Valentí Puig

» Artículo publicado en ABC

agosto 20, 2008

Eclipse de luna



Que el nacionalismo no eclipse tu visión de la realidad...

agosto 19, 2008

Letras y números

Diríase que la España del sentimiento que acompaña a los éxitos deportivos y la España de los políticos se mueven en ondas distintas. Hemos podido leer que un diario deportivo francés, jugando con el parecido de la palabra en francés, afirma que España se encuentra en estado/verano de gracia. Pero si uno atiende a las discusiones políticas, España, el Estado, se parece más a una entelequia que amenaza con perderse entre el nominalismo que afecta al lenguaje, y las cifras que solo cantan lo que se les hace cantar.

Algunos políticos han creído que no merece pelearse por el contenido de las palabras. Todo es discutible, y no sirve de nada diferenciar entre federalismo, confederación o federalizante. Han pensado que ya llegará el momento de los números, y estos reequilibrarán la pérdida de realismo del lenguaje con la fuerza de los hechos reflejada en los números.


Pero cuando llega el momento de los números, surgen las dudas sobre el método adecuado para llegar a ellos --véanse las balanzas fiscales--, y además los números por sí solos no pueden decidir nada. Dicen ahora los políticos. De forma que la cura de realismo que se esperaba de los hechos reflejados en números vuelve a caer presa del poder del nominalismo. Un poder que convierte al hombre, especialmente al político, en un pequeño dios, pues cree poder crear y recrear la realidad según le convenga, dando y negando significado a las palabras, usándolas a su gusto, según le conviene.

En un contexto nominalista se puede afirmar que se busca una reforma federal del Estado, tener voz propia en Europa y una relación bilateral con el Estado. Vaya por delante que alguna vez se tendrán que parar los políticos a definir el lenguaje y dotarlo de algo de coherencia, pues no pocas veces se reclama que toda comunidad autónoma es Estado para, a renglón seguido, afirmar que tal o cual autonomía plantea al Estado relaciones bilaterales, que en pureza no podrían significar otra cosa que relacionarse bilateralmente consigo mismo. Un análisis somero muestra a las claras que relacionarse bilateralmente con la Administración General del Estado, con el Gobierno central, es algo casi directamente opuesto a una definición federal del Estado, que implica la institucionalización del multilateralismo, dando representación institucional, por ejemplo por medio del Senado, al conjunto de actores territorializados, como son las autonomías.

Algo parecido sucede con la referencia a los números, sean estos balanzas fiscales o los referidos a la crisis. La crisis no afecta por igual a todos los territorios ni a todos los ciudadanos. Déficit fiscal lo tiene más de un ciudadano gracias a la gran conquista de la política fiscal progresista: la imposición progresiva. Esta conquista implica que algunos pagan mucho más de lo que reciben, mientras que otros reciben mucho más de lo que contribuyen. Y no hay otra forma moderna de entender la justicia. Por lo menos, la justicia entre las personas, entre los ciudadanos. Pero parece que cuando estos desaparecen en el magma del territorio --o del pueblo, o de la nación cultural-- la percepción de la justicia empieza a diluirse.

De la misma forma que es inadecuado hablar de la cesión de impuestos --¿quién es el propietario de ellos para desde esa propiedad cederlos a otros?--, porque los impuestos son de los ciudadanos en su conjunto y por lo tanto del Estado, y pertenecen por definición a todos los órganos que actúan en funciones estatales, por lo tanto también a las autonomías, de la misma forma es inadecuado hablar de que los territorios son propietarios en origen de los impuestos. pues los impuestos son producto de la actividad de los ciudadanos.

No ayuda para nada a clarificar la situación la referencia sin contexto alguno de los porcentajes que se pudieran dejar o poner en manos de las autonomías, ni la referencia a la responsabilidad fiscal, que solo se daría si una autonomía, si las autonomías fueran las responsables de la recaudación. El muchas veces citado ejemplo alemán establece, pero en la propia Constitución, que el Gobierno federal y los estados se repartirán al 50% el rendimiento de los impuestos básicos. El contexto: Alemania es un federalismo ejecutivo, de forma que los estados ejecutan las leyes federales y recaudan los impuestos. Ello significa que su 50% va destinado a la financiación, entre otras cosas, de todos los funcionarios dedicados a la ejecución de funciones de la federación --más del 50% del gasto--, mientras que la federación no necesita de su 50% más que, en todo caso, el 10% de lo que le corresponde al contar con muy pocos funcionarios en comparación con los estados. Y la responsabilidad fiscal no proviene de la gestión de la recaudación, sino de la aprobación en la representación multilateral del conjunto que es el Senado alemán de todas las normas que afectan a la recaudación de impuestos, de todas las leyes que materializan la política fiscal del Estado.

Es hora de dejar de jugar a pequeños dioses nominalistas y definir con algo más de claridad la estructura federal del Estado, de España, porque el sistema de parcheo ha podido ser adecuado hasta ahora, pero me temo que no será el más adecuado en el futuro.

Joseba Arregi, presidente de la asociación cultural Aldaketa (Cambio para Euskadi).

» Artículo publicado en El Periódico

agosto 18, 2008

El dinero de los partidos

Cuando Josep Pla, sabio y maestro en dos idiomas, llegó a Nueva York, en Navidad, y vio las luces y el brillo esplendorosos con que se engalanaba la ciudad, antes de gozar con el espectáculo hizo gala de su profunda desconfianza ampurdanesa y preguntó con gran cautela: «¿Quién paga todo esto?». La permanente confusión que vivimos en España entre lo privado y lo público y, dentro de lo público, entre lo nacional, lo autonómico y lo local nos empuja con frecuencia a pensar que muchos de los servicios que utilizamos son gratuitos; pero conviene tener claro que, por lo general, somos nosotros quienes lo pagamos todo. Incluso lo que no nos gusta.


Entre los muchos epígrafes que se financian con nuestras forzosas aportaciones fiscales están, ¡no faltaba más!, los partidos políticos que, mucho, poco o nada, nos representan en el Congreso de los Diputados, el Senado, los Parlamentos autonómicos, las Diputaciones y los Ayuntamientos. Es algo de difícil justificación teórica y, en puridad democrática, cada partido debiera vivir de las cuotas de sus militantes y de las donaciones, claras y transparentes, de sus simpatizantes. No es así. El Presupuesto también carga con ese capítulo y nos obliga, en nuestra condición ciudadana, a que nuestro dinero satisfaga gastos de partidos que, si son respetables, no entran en nuestros códigos personales de elección política, valoración intelectual o deseo representativo.

El Tribunal de Cuentas es el órgano constitucional que, siempre con retraso y nunca con estruendo, nos informa del uso, y eventualmente del abuso, con que los distintos poderes gastan nuestro dinero. Por él sabemos ahora que, en 2.005, el PSOE tenía créditos pendientes con distintas instituciones financieras por un valor de 62,3 millones de euros y el PP, menos gastoso o más acaudalado, solo por 16,3 millones. Determinar si eso es «mucho» o es «poco» parece demasiado subjetivo; pero resultaría esclarecedor saber con qué tipo de avales y garantías operan los partidos políticos con los Bancos y las Cajas. Especialmente con estas últimas, sometidas al control político regional y, por ello, sospechosas permanentes de parcialidad y tolerancias especializadas.

Los partidos, y no solo los grandes, han pasado a ser un medio de vida para muchos de sus dirigentes y todos los integrantes de sus respectivos aparatos. Eso, que seguramente es irremediable en un mundo como el presente, desvirtúa la imagen de pureza que debiera poder atribuírseles y condiciona el funcionamiento interno de cada formación. Si, además, lo paga el Estado con el dinero de los ciudadanos y los excesos presupuestarios se cubren con créditos presumiblemente «blandos» y convertibles en «donaciones», tendremos a la vista una corruptela que sirve para ayudarnos a entender las razones por las que lo que debiera ser una democracia representativa y parlamentaria tienda a degenerar en una partitocracia casi caciquil.

M. Martín Ferrand

» Artículo publicado en ABC

agosto 14, 2008

Entrevista al diputado de C's José Domingo en 'La Mañana'



Entrevista a José Domingo, diputado por Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía en el Parlament de Catalunya, en el programa 'La Mañana' de la COPE, el día 12-08-2008. Los temas son, fundamentalmente, la financiación y las contradicciones.

agosto 13, 2008

Tirones y desgarros

No oigo a los militantes (o incluso algún simpatizante, si queda, del Partido Popular) desgarrarse al grito de “¡España se rompe!” Ocasión única en pleno verano de ganar las portadas de los periódicos, que bien se sabe se venden al por mayor y al por desgarro. Las noticias son en verdad alarmantes, y justificarían cualquier pasión. Alicia Sánchez Camacho, la portavoz catalana del partido, se ha solidarizado con el consejero Castells (famoso por su dique: “Hay que poner límites a la solidaridad”) y ha declarado que Cataluña necesita más dinero. En Valencia, el presidente Camps ha apoyado la propuesta. Y no sólo eso. Ha dicho que Valencia necesita más dinero. Se esperan nuevos tirones en los próximos días. ¿Quién dijo que el Partido Popular no tenía una política de financiación autonómica? ¡Esta es la política! La política del Partido Popular y la política del Partido Socialista: tonto el último. Sea el diagnóstico por renta, por población, por insularidad, por deuda histórica o por número de bellotas, tonto el último.


Sin embargo, aún hay diferencias. El Partido Socialista, en un admirable ejercicio de honradez, hace tiempo que ha abandonado el doble lenguaje, lo que siendo raro en un socialdemócrata no puede dejar de subrayarse. En todas y cada una de sus actitudes ya se muestra como un partido cabalmente nacionalista. Sus caciques discuten acerva y abiertamente en los periódicos, y en el entusiásticamente llamado Comité Federal, y saben que la única razón de seguir haciéndolo, juntos y en el mismo ámbito, no es ideológica ni moral, ni sentimental, por supuesto, sino lógicamente vinculada con el comercio. De vez en cuando surge de sus filas alguna reconvención espiritual, que suele darla desde algún lugar enfangado, donde el nacionalismo es un lujo, la enjuta hermana Mtfdlvg. Pero es apenas una melancolía. Caso muy distinto es el del Partido Popular, cuya renovación avanza, pero lenta. Porque si bien es cierto que su comportamiento concreto y detallado (véanse los estatutos de Andalucía y Valencia, y su actitud ante las renovadas políticas lingüísticas de Baleares y Galicia) es ya el de un partido plenamente integrado en la premodernidad nacionalista, aún conserva algunos resabios hipocritones como el de la adhesión institucional y urgente al Manifiesto de la Lengua Común (adhesión, desde luego, que nunca pasó de institucional y urgente) o las esporádicas alarmas (cada vez más esporádicas) sobre la centrifugación de las que antaño fueron preocupaciones españolas.

Es hora pues de que el Partido Popular culmine su renovación. España necesita partidos nacionalistas fuertes.

(Coda: “El nacionalismo es la ley de los pueblos modernos”. Maurice Barrès, citado en La patria lejana, de Juan Pablo Fusi.)

Arcadi Espada

» Artículo publicado en El Mundo y en el blog del autor.

agosto 12, 2008

Buenas y malas razones para creer


Querida Juliet:

Ahora que has cumplido 10 años, quiero escribirte acerca de una cosa que para mí es muy importante. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sabemos las cosas que sabemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas que parecen pequeños alfilerazos en el cielo, son en realidad gigantescas bolas de fuego como el Sol, pero que están muy lejanas? ¿Y cómo sabemos que la Tierra es una bola más pequeña, que gira alrededor de esas estrellas, el Sol?

La respuesta a esas preguntas es "por la evidencia". A veces, "evidencia" significa literalmente ver (u oír, palpar, oler) que una cosa es cierta. Los astronautas se han alejado de la Tierra lo suficiente como para ver con sus propios ojos que es redonda. Otras veces, nuestros ojos necesitan ayuda. El "lucero del alba" parece un brillante centelleo en el cielo, pero con un telescopio podemos ver que se trata de una hermosa esfera: el planeta que llamamos Venus. Lo que aprendemos viéndolo directamente (u oyéndolo, palpándolo, etc.) se llama "observación".


Muchas veces, la evidencia no sólo es pura observación, pero siempre se basa en la observación. Cuando se ha cometido un asesinato, es corriente que nadie lo haya observado (excepto el asesino y la persona asesinada). Pero los investigadores pueden reunir otras muchas observaciones, que en un conjunto señalen a un sospechoso concreto. Si las huellas dactilares de una persona coinciden con las encontradas en el puñal, eso demuestra que dicha persona lo tocó. No demuestra que cometiera el asesinato, pero además pueda ayudar a demostrarlo si existen otras muchas evidencias que apunten a la misma persona. A veces, un detective se pone a pensar en un montón de observaciones y de repente se da cuenta que todas encajan en su sitio y cobran sentido si suponemos que fue Fulano el que cometió el asesinato.

Los científicos -especialistas en descubrir lo que es cierto en el mundo y el Universo- trabajan muchas veces como detectives. Hacen una suposición (ellos la llaman hipótesis) de lo que podría ser cierto. Y a continuación se dicen: si esto fuera verdaderamente así, deberíamos observar tal y cual cosa. A esto se llama predicción. Por ejemplo si el mundo fuera verdaderamente redondo, podríamos predecir que un viajero que avance siempre en la misma dirección acabará por llegar a mismo punto del que partió. Cuando el médico dice que tienes sarampión, no es que te haya mirado y haya visto el sarampión. Su primera mirada le proporciona una hipótesis: podrías tener sarampión. Entonces, va y se dice: "Si de verdad tiene el sarampión, debería ver...." y empieza a repasar toda su lista de predicciones, comprobándolas con los ojos (¿tienes manchas?), con las manos (¿tienes caliente la frente?) y con los oídos (¿te suena el pecho como suena cuando se tiene el sarampión?). Sólo entonces se decide a declarar "Diagnostico que la niña tiene sarampión". A veces, los médicos necesitan realizar otras pruebas, como análisis de sangre o rayos x, para complementar las observaciones hechas con sus ojos, manos y oídos.

La manera en que los científicos utilizan la evidencia para aprender cosas del mundo es tan ingeniosa y complicada que no te la puedo explicar en una carta tan breve. Pero dejemos por ahora la evidencia, que es una buena razón para creer algo, porque quiero advertirte e contra de tres malas razones para creer cualquier cosa: se llaman "tradición", "autoridad" y "revelación".

Empecemos por la tradición. Hace unos meses estuve en televisión, charlando con unos 50 niños. Estos niños invitados habían sido educados en diferentes religiones: había cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, sijs...El presentador iba con el micrófono de niño en niño, preguntándoles lo que creían. Lo que los niños decían demuestra exactamente lo que yo entiendo por "tradición". Sus creencias no tenían nada que ver con la evidencia. Se limitaban a repetir las creencias de sus padres y de sus abuelos, que tampoco estaban basadas en ninguna evidencia. Decían cosas como "los hindúes creemos tal y cual cosa", "los musulmanes creemos esto y lo otro", "los cristianos creemos otra cosa diferente".

Como es lógico, dado que cada uno creía cosas diferentes, era imposible que todos tuvieran razón. Por lo visto, al hombre del micrófono esto le parecía muy bien, y ni siquiera los animó a discutir sus diferencias. Pero no es esto lo que me interesa de momento. Lo que quiero es preguntar de dónde habían salido sus creencias. Habían salido de la tradición. La tradición es la trasmisión de creencias de los abuelos a los padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que se siguen leyendo durante siglos. Muchas veces, las creencias tradicionales se originan casi de la nada: es posible que alguien las inventara en algún momento, como tuvo que ocurrir con las ideas de Thor y Zeus; pero cuando se han transmitido durante unos cuantos siglos, el hecho mismo de que sean muy antiguas las convierte en especiales. La gente cree ciertas cosas sólo porque mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición.

El problema con la tradición es que, por muy antigua que sea una historia, es igual de cierta o de falsa que cuando se inventó la idea original. Si te inventas una historia que no es verdad, no se hará más verdadera porque se trasmita durante siglos, por muchos siglos que sean.

En Inglaterra, gran parte de la población ha sido bautizada en la Iglesia Anglicana, que no es más que una de las muchas ramas de la religión cristiana. Existen otras ramas, como la ortodoxa rusa, la católica romana y la metodista. Cada una cree cosas diferentes. La religión judía y la musulmana son un poco más diferentes, y también existen varias clases distintas de judíos y de musulmanes. La gente que cree una cosa está dispuesta a hacer la guerra contra los que creen cosas ligeramente distintas, de manera que se podrá pensar que tienen muy buenas razones -evidencias- para creer lo que creen. Pero lo cierto es que sus diferentes creencias se deben únicamente a diferentes tradiciones.

Vamos a hablar de una tradición concreta. Los católicos creen que María, la madre de Jesús, era tan especial que no murió, sino que fue elevada al cielo con su cuerpo físico. Otras tradiciones cristianas discrepan, diciendo que María murió como cualquier otra persona. Estas otras religiones no hablan mucho de María, ni la llaman "Reina del cielo", como hacen los católicos. La tradición que afirma que el cuerpo de María fue elevado al cielo no es muy antigua. La Biblia no dice nada de cómo o cuándo murió; de hecho, a la pobre mujer apenas se la menciona en la Biblia. Lo de que su cuerpo fue elevado a los cielos no se inventó hasta unos seis siglos después de Cristo. Al principio, no era más que un cuento inventado, como Blancanieves o cualquier otro. Pero con el paso de los siglos se fue convirtiendo en una tradición y la gente empezó a tomársela en serio, sólo porque la historia se había ido transmitiendo a lo largo de muchas generaciones. Cuanto más antigua es una tradición, más en serió se la toma la gente. Y por fin, en tiempos muy recientes, se declaró que era una creencia oficial de la Iglesia Católica: esto ocurrió en 1950, cuando yo tenía la edad que tienes tú ahora. Pero la historia no era más verídica en 1950 que cuando se inventó por primera vez, seiscientos años después de la muerte de María.

Al final de esta carta volveré a hablar de la tradición, para considerarla de una manera diferente. Pero antes tengo que hablarte de la otras dos malas razones para creer una cosa: la autoridad y la revelación.

La autoridad, como razón para creer algo, significa que hay que creer en ello porque alguien importante te dice que lo creas. En la Iglesia Católica, por ejemplo, la persona más importante es el Papa, y la gente cree que tiene que tener razón sólo porque es el Papa. En una de las ramas de la religión musulmana, las personas más importantes son unos ancianos barbudos llamados ayatolás. En nuestro país hay muchos musulmanes dispuestos a cometer asesinatos sólo porque los ayatolás de un país lejano les dicen que lo hagan.

Cuando te decía que en 1950 se dijo por fin a los católicos que tenían que creer en la asunción a los cielos del cuerpo de María, lo que quería decir es que en 1950 el Papa les dijo que tenían que creer en ello. Con eso bastaba. ¡El Papa decía que era verdad, luego tenía que ser verdad! Ahora bien, lo más probable es que, de todo lo que dijo el Papa a lo largo de su vida, algunas cosas fueron ciertas y otras no fueron ciertas. No existe ninguna razón válida para creer que todo lo que diga sólo porque es el Papa, del mismo modo que no tienes porque creer todo lo que te diga cualquier otra persona. El Papa actual ha ordenado a sus seguidores que no limiten el número de sus hijos. Si la gente sigue su autoridad tan ciegamente como a él le gustaría, el resultado sería terrible: hambre, enfermedades y guerras provocadas por la sobrepoblación.

Por supuesto, también en la ciencia ocurre a veces que no hemos visto personalmente la evidencia, y tenemos que aceptar la palabra de alguien. Por ejemplo, yo no he visto con mis propios ojos ninguna prueba de que la luz avance a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, sin embargo, creo en los libros que me dicen la velocidad de la luz. Esto podría parecer "autoridad" pero en realidad es mucho mejor que la autoridad, porque la gente que escribió esos libros sí que había observado la evidencia, y cualquiera puede comprobar dicha evidencia siempre que lo desee. Esto resulta muy reconfortante. Pero ni siquiera los sacerdotes se atreven a decir que exista alguna evidencia de su historia acerca de la subida a los cielos del cuerpo de María.

La tercera mala razón para creer en las cosas se llama "revelación". Si en 1950 le hubieras podido preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al cielo, lo más probable es que te hubiera respondido que "se le había revelado". Lo que hizo fue encerrarse en su habitación y rezar pidiendo orientación. Había pensado y pensado, siempre solo, y cada vez se sentía más convencido. Cuando las personas religiosas tienen la sensación interior de que una cosa es cierta, aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a esa sensación "revelación". No sólo los Papas aseguran tener revelaciones. Las tienen montones de personas de todas las religiones, y es una de las principales razones por las que creen las cosas que creen. Pero ¿es una buena razón?

Supón que te digo que tu perro ha muerto. Te pondrías muy triste y probablemente me preguntarías: "¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo ha sucedido?" y supón que yo te respondo: "En realidad no sé que Pepe ha muerto. No tengo ninguna evidencia. Pero siento en mi interior la curiosa sensación de que ha muerto". Te enfadarías conmigo por haberte asustado, porque sabes que una "sensación" interior no es razón suficiente para creer que un lebrel ha muerto. Hacen falta pruebas. Todos tenemos sensaciones interiores de vez en cuando, y a veces resulta que son acertadas y otras veces no lo son. Está claro que dos personas distintas pueden tener sensaciones contrarias, de modo que ¿cómo vamos a decidir cuál de las dos acierta? La única manera de asegurarse que un perro está muerto es verlo muerto, oír que su corazón se ha parado, o que nos lo cuente alguien que haya visto u oído alguna evidencia real de que ha muerto.

A veces, la gente dice que hay que creer en las sensaciones internas, porque si no, nunca podrás confiar en cosas como "mi mujer me ama". Pero éste es un mal argumento. Puedes encontrar abundantes pruebas de que alguien te ama. Si estás con alguien que te quiere, durante todo el día estarás viendo y oyendo pequeños fragmentos de evidencia, que se van sumando. No se trata de una pura sensación interior, como la que los sacerdotes llaman revelación. Hay datos exteriores que confirman la sensación interior: miradas en los ojos, entonaciones cariñosas en la voz, pequeños favores y amabilidades; todo eso es autentica evidencia.

A veces, una persona siente una fuerte sensación interior de que alguien la ama sin basarse en ninguna evidencia, y en estos casos lo más probable es que esté completamente equivocada. Existen personas con una firme convicción interior de que una famosa estrella de cine las ama, aunque en realidad la estrellan siquiera las conoce. Esta clase de personas tienen la mente enferma. Las sensaciones interiores tienen que estar respaldadas por evidencias; si no, no podemos fiarnos de ellas.

Las intuiciones resultan muy útiles en la ciencia, pero sólo para darte ideas que luego hay que poner a prueba buscando evidencias. Un científico puede tener una "corazonada" acerca de una idea que, de momento, sólo "le parece" acertada. En sí misma, ésta no es una buena razón para creer nada; pero sí que puede razón suficiente para dedicar algún tiempo a realizar un experimento concreto o buscar pruebas de una manera concreta. Los científicos utilizan constantemente sus sensaciones interiores para sacar ideas; pero estas ideas no valen nada si no se apoyan con evidencias.

Te prometí que volveríamos a lo de la tradición, para considerarla de una manera distinta. Me gustaría intentar explicar por qué la tradición es importante para nosotros. Todos los animales están construidos (por el proceso que llamamos evolución) para sobrevivir en el lugar donde su especie vive habitualmente. Los leones están equipados para sobrevivir en las llanuras de áfrica. Los cangrejos de río están construidos para sobrevivir en agua salada. También las personas somos animales, y estamos construidos para sobrevivir en un mundo lleno de... otras personas. La mayoría de nosotros no tienen que cazar su propia comida, como los leones y los bogavantes; se las compramos a otras personas, que a su vez se la compraron a otras. Nadamos en un "mar de gente". Lo mismo que el pez necesita branquias para sobrevivir en el agua, la gente necesita cerebros para poder tratar con otra gente. El mar de está lleno de agua salada, pero el mar de gente está lleno de cosas difíciles de aprender. Como el idioma.

Tú hablas inglés, pero tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de vosotras habla el idioma que le permite hablar en su "mar de gente". El idioma se transmite por tradición. No existe otra manera. En Inglaterra, tu perro Pepe es a dog. En Alemania, es ein Hund. Ninguna de estas palabras es más correcta o más verdadera que la otra. Las dos se transmiten de manera muy simple. Para poder nadar bien en su propio "mar de gente", los niños tienen que aprender el idioma de su país y otras muchas cosas acerca de su pueblo; y esto significa que tienen que absorber, como si fuera papel secante, una enorme cantidad de información tradicional (Recuerda que "información tradicional" significa, simplemente, cosas que se transmiten de abuelos a padres y de padres a hijos.) El cerebro del niño tiene que absorber toda esta información tradicional, y no se puede esperar que el niño seleccione la información buena y útil, como las palabras del idioma, descartando la información falsa o estúpida, como creer en brujas, en diablos y en vírgenes inmortales.

Es una pena, pero no se puede evitar que las cosas sean así. Como los niños tienen que absorber tanta información tradicional, es probable que tiendan a creer todo lo que los adultos les dicen, sea cierto o falso, tengan razón o no. Muchas cosas que los adultos les dicen son ciertas y se basan en evidencias, o, por lo menos en el sentido común. Pero si les dicen algo que sea falso, estúpido o incluso maligno, ¿cómo pueden evitar que el niño se lo crea también? ¿Y que harán esos niños cuando lleguen a adultos? Pues seguro que contárselo a los niños de la siguiente generación. Y así, en cuanto la gente ha empezado a creerse una cosa -aunque sea completamente falsa y nunca existan razones para creérsela-, se puede seguir creyendo para siempre.

¿Podría ser esto lo que ha ocurrido con las religiones? Creer en uno o varios dioses, en el cielo, en la inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre humano, en que las oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en sangre..., ninguna de estas creencias está respaldada por pruebas auténticas. Sin embargo, millones de personas las creen, posiblemente porque se les dijo que las creyeran cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse cualquier cosa.

Otros millones de personas creen en cosas diferentes, porque se les dijo que creyesen en ellas cuando eran niños. A los niños musulmanes se les dice cosas diferentes de las que se les dicen a los niños cristianos, y ambos grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros se equivocan. Incluso entre los cristianos, los católicos creen cosas diferentes de las que creen los anglicanos, los episcopalianos, los shakers, los cuáqueros, los mormones o los holly rollers, y todos están absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros están equivocados. Creen cosas diferentes exactamente por las mismas razones por las que tú hablas inglés y tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de los dos idiomas es el idioma correcto en su país. Pero de las religiones no se puede decir que cada una de ellas sea la correcta en su propio país, porque cada religión afirma cosas diferentes y contradice a las demás. María no puede estar viva en la católica Irlanda del Sur y muerta en la protestante Irlanda del Norte.

¿Qué se puede hacer con todo esto? A ti no te va a resultar fácil hacer nada, porque sólo tienes 10 años. Pero podrías probar una cosa: la próxima vez que alguien te diga algo que parezca importante piensa para tus adentros: "¿Es ésta una de esas cosas que la gente suele creer basándose en evidencias? ¿O es una de esas cosas que la gente cree por la tradición, autoridad o revelación?" Y la próxima vez que alguien te diga que una cosa es verdad, prueba a preguntarle "¿Qué pruebas existen de ello?" Y si no pueden darte una respuesta, espero que te lo pienses muy bien antes de creer una sola palabra de lo que te digan.

Te quiere,
Papá.

» Carta de Richard Dawkins a su hija Juliet de 10 años, publicada en el libro "Así son las cosas" de Editorial Debate.

agosto 09, 2008

¡La Liga Norte son ustedes!

Después de leer la lista, tan generosa como divertida, de los informes encargados por las diversas consejerías de la Generalitat a las lumbreras autóctonas - ¡cuánto talento, qué cantidad de masa encefálica estaba escondida esperando su oportunidad! ¡La chufa y el murciélago y los juguetes no sexistas! ¡Y lo del mercado discográfico latinoamericano y China, que nos estaban esperando, ay, a nosotros, los chicos más listos de la Península!-, sólo echo a faltar uno que podría haber solicitado la propia Presidència. Sería la respuesta a una pregunta, breve y rotunda: ¿Por qué lo estamos haciendo todo tan rematadamente mal?


Habría que empezar pues explicando las razones, o las casualidades, o las inclinaciones, o vaya usted a saber qué, que consienten que una sociedad equilibrada esté gobernada por una pandilla de desequilibrados, en muchos casos con el añadido de incompetentes. Y lamento la rotundidad del juicio. ¿Qué más quisiera yo que no tener que usarlo? También a mí me gustaría de vez en cuando escribir artículos en el estilo barcelonés, que precisando más llamaría estilo Sarrià-Sant Gervasi.

Debería incluirse en los manuales periodísticos para las nuevas generaciones un apartado donde se precise la aportación literaria del estilo barcelonés Sarrià-Sant Gervasi. No se refiere de manera obligada a gente que viva en esa zona, tan coqueta y mimada, de Barcelona, sino que afecta a los columnistas más variopintos nacidos en cualquier lugar de nuestro mundo, que como es sabido alcanza hasta Fraga por el oeste (me refiero a la localidad no al personaje, no sean malpensados) y al Delta, por el sur (esas gentes de Amposta y otros andurriales que aún no salen de su asombro tras haber descubierto que la vida de un político se divide en dos, cuando hace oposición y cuando le nombran alto cargo).

Lo afirmo sin acritud, a mí me habría gustado saber escribir en el estilo Sarrià-Sant Gervasi, porque ante la irritante pregunta ya hubiera puesto un pero; no un però catalán, que en castellano podría limitarse a un sin embargo,sino un pero mesetario, cuestionando la rotundidad de la pregunta. No es verdad que todo lo estén haciendo rematadamente mal, sólo algunas cosas, precisamente esas en las que se ensañan los medios de comunicación, como hubiera escrito el eminente profesor y bien pagado redactor de informes, señor Vallès, de izquierdas de toda la vida, pero independiente (género este muy especial y muy vinculado a las peculiaridades de lo que podríamos llamar espíritu literario Sarrià-Sant Gervasi,inasequible a las entendederas de la gente de fora).

Me hubiera gustado pues empezar mi artículo de esta guisa: “Yo creo que no vamos bien…” o “Aquiles, el de los pies alados, nació en Catalunya, como Colón…”. Y luego seguir diciendo que somos gente compleja y que en ocasiones confundimos nuestra inmarcesible capacidad para el entusiasmo con las realidades confusas de la cotidianidad a que nos obliga el Estado, ese ente lejano y ajeno… (podría seguir pero no quiero decepcionarles, me da un flato). Y también apuntar, apenas un leve guiño, a los griegos y los romanos, cuyo espíritu mediterráneo está en las entrañas de nuestra idiosincrasia y que nos hace tan diferentes a todos los demás. Basta decir ginesta para percibir el ritmo de un palabra, popular y poética. Si usted dice retama, está hablando de pastores y rebaños. Pues lo mismo ocurre en la vida y en la política. Nosotros vamos con buena intención y erre que erre nos enfrentamos a un mundo, arisco y zafio, que no nos entiende.

El arte de gratificar los oídos del personal cualificado se ha convertido en Catalunya en una profesión fecunda, al menos en el terreno de las compensaciones. Llevo tiempo repitiendo dos cosas respecto a este país. Primera, que siempre se distinguió por la prensa más audaz y crítica de España, en tiempos mucho más difíciles que estos. Y segunda, que el famoso oasis pujoliano nos ha familiarizado con los camellos, y seguimos así, aunque ahora sin la razón de ser de todo oasis que no es otra que el agua. Los más viejos del lugar nos acordamos de aquella pertinaz sequía del franquismo y no sabemos si reír o llorar, pero hacemos algo que entonces ni siquiera pensábamos que era posible: justificar la mezcla de incompetencia y corrupción del poder. Que los barcos tengan que proveer el agua de boca - cuando la gente sabía hablar en castellano la llamaban potable, del latín potare es un hecho que como mínimo hubiera echado a la calle a la ciudadanía en su conjunto, a ese catalán emprenyat,tan capitidisminuido últimamente. Tantos informes, tantos talentos, tantos funcionarios, tantos expertos y no hay ni un solo responsable que se vaya a la puta calle. Ese Francesc Baltasar al que conocí cuando era plumilla, como yo, en el semanario Arreu,allá en la prehistoria de la transición, ¿no tendrá un rasgo de honor, ¡uno solo!, que le evite ser la representación genuina del trepa incompetente, amarrado al cargo después de haber hecho y dicho tantas cosas? Una pizca de dignidad. ¿Es tanto pedir?

Y si no se va, ¿por qué no le echan? Porque el que debería no puede. Muchos más méritos para que le pusieran en la calle los hace día tras día nuestro vicepresidente, inefable Carod-Rovira, representante oficioso de Payasos sin Fronteras con cargo al erario público. ¿No hay nadie que ose reproducir sus intervenciones recientes en Portugal? Tratándose de un representante oficial de Catalunya, si alguien en el país vecino se hubiera tomado en serio a la Generalitat, estaríamos ante un conflicto diplomático. Pero Montilla no le puede echar porque le debe el cargo y habría que convocar elecciones. El tripartito es una combinación que nació pensada para ser una alternativa al poder del centroderecha convergente y que se ha convertido en un instrumento para dar empleo a la izquierda. No nos engañemos en lo de la diferencia; Esquerra Republicana está haciendo en Catalunya lo mismo que Zaplana propuso en el PP tras su primera victoria electoral: nos vamos a forrar. Y en eso están.

El sistema político catalán está bloqueado. Agotada por incompetencia y corrupción la política de la izquierda, convertido el president Montilla en un cabo del servicio de bomberos que ha de dar y pedir disculpas cada vez que sale a apagar un fuego, ¿alguien se imagina, desde la izquierda, quién podría votar a cualquiera de esos genios apalancados en sus respectivas poltronas? Se quebró la esperanza, porque no hay alternativa. Contemplar a Montilla haciendo de Bossi y planteando que los problemas acuciantes de Catalunya se concentran en ese Estatut que aprobó una población minoritaria, casi ínfima, de la sociedad catalana. Y luego replicar, como en una abjuración, que nuestros dineros se van al sur, como si el sur no fuera él y no fuéramos todos. Eso es la Liga Norte. La política convertida en una reivindicación territorial y no ciudadana. ¿Hay algo más patético que asistir a los esfuerzos de Joan Saura por demostrar que es tan buen policía como buen nacionalista? ¿Qué están haciendo estos caballeros con el presupuesto? Ni un solo ciudadano de Catalunya negaría su apoyo a una financiación más amplia si de verdad se tratara de necesidades reales y no del casino político que el tripartito se ha montado.

¡Qué momento estelar el del president Montilla jaleado por sus adversarios para que se enfrente a Madrid! ¡Empuja, valiente, que te vas a ganar la categoría de molt honorable y nos olvidaremos por un rato de tu acento y tu pronunciación! La incompetencia de la izquierda oficial ha conseguido bloquear el sistema político catalán. No hay alternativa. Ocurrió con el Estatut. ¿Qué importa que a la inmensa mayoría le interese un comino, si para la clase política y sus asesores es la garantía de su egregia supervivencia? Luego van y se sorprenden del desprecio de la gente a su rastrera función. Ahora lo llaman desafección. Seguro que alguien cobró por el hallazgo.

Gregorio Morán

» Artículo publicado en La Vanguardia el día 24/05/2008.

agosto 07, 2008

El hispanista John Elliot aprecia “un estrechamiento de miras” en la sociedad española por “ciertas obsesiones culturales y lingüísticas”

El hispanista John Elliot ha señalado hoy en Santander su preocupación ante el “estrechamiento de miras” de algunos sectores de la sociedad española que “rechazan en ocasiones su convivencia con otras partes de la Península Ibérica”. En su opinión, esta actitud responde a “ciertas obsesiones culturales y lingüísticas” que tachó de “contraproducentes”.

En este sentido se mostró defensor del “pluralismo” y apeló a la necesidad de pensar en una España “generosa” y “acogedora”. El historiador británico afirmó que España tiene la posibilidad de “enseñar grandes lecciones” a otros países de Europa “si no da muestras de regresar al pasado más ensombrecido” de este país.


Elliot hizo estas declaraciones en rueda de prensa, acompañado por los directores del seminario ‘España: la mirada de los hispanistas’, Mira Milosevich y José Varela, que organiza esta semana la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en el marco de los Cursos de Verano.

En su opinión, el periodo comprendido entre 1975 y 2000 será visto “desde un punto de vista retrospectivo” como “una época dorada” de la historia de España. Sin embargo, matizó que en los últimos años ha apreciado “ciertos cambios que me parecen preocupantes”, destacando “una nueva polarización de la sociedad” y “una cierta crispación”.

Subrayo su “optimismo” sobre el futuro de España y recordó su llegada a este país en 1950 como un “curioso impertinente” durante unas vacaciones con alumnos de la Universidad de Cambridge.

En esos años “cogí entusiasmo por este país” en un momento en el que “poca gente se interesaba por la historia de este país”. Así, descubrió la visión del Romanticismo sobre una España “salvaje, pintoresca y exótica”, una sociedad que parecía “arrinconada y atrasada en el tiempo”.

Elliot afirmó que la visión de un extranjero a la hora de ver otro país “tiene ciertas ventajas” porque “ves las cosas con más distancia”, aunque también supone que “hay cosas que nunca vas a entender bien”.

El historiador reiteró la “obsesión por el fracaso” de la sociedad española a pesar de la “aceleración muy notable” experimentada desde 1975 con la transición a la democracia y el comienzo de “una nueva etapa de prosperidad”. Esta sensación ha perdurado, en su opinión, hasta que los españoles han viajado fuera de sus fronteras, produciéndose “una nueva visión más amplia y más europea”.

Según Elliot, esta nueva percepción y la información completa de la nueva generación de españoles provoca que “pase por fin la época del hispanismo”. En este sentido matizó que “cuando un país está subdesarrollado respecto a otras sociedades los hispanistas pueden contribuir mucho a dar un nuevo impulso” y consideró que “ahora no hace falta este tipo de ayuda”.

» Nota de prensa de la UIMP

agosto 05, 2008

Joan Puig llama "mal nacidos" a los extremeños por no reconocer la solidaridad catalana

El ex diputado de ERC en el Congreso, Joan Puig, ha calificado de "mal nacidos" a los extremeños por no reconocer la solidaridad catalana y salió en defensa del concejal de Alternativa Baix Gai y candidato de ICV-EUiA a las elecciones generales por Tarragona, Lluís Suñé -que se hizo eco en su blog de una falsa campaña para apadrinar a niños extremeños-, quien opinó que fue "víctima de una campaña fuera de lugar, chapucera, amenazadora" que "deja en evidencia una clara falta de gratitud de las autoridades extremeñas hacia la excesiva solidaridad catalana".

En un apunte en su blog recogido por Europa Press, mostró su "simpatía" con Suñé, e instó al alcalde de Mérida, Angel Calle, a "disculparse" por haber insultado al cabeza de lista de ICV en Tarragona --le llamó "hijo de puta".


"Les guste o no, nuestra solidaridad les ha permitido superarnos (a los catalanes) en calidad de vida, y es de mal nacidos no reconocerlo", censuró Puig, que añadió que "el expolio fiscal que sufre Catalunya es tan excesivo que permite que ciudadanos de La Rioja o Extremadura reciban más euros en inversión sanitaria que los catalanes".

"En lugar de agradecernos esta solidaridad de todos estos años, como hace cualquier hijo de vecino, ellos no, aún quieren más y, además, nos insultan", asevera el ex diputado de ERC. "Alcalde de la bonita ciudad de Mérida, Sr. Angel Calle: ¿A qué esperas para disculparte por haber insultado a la madre de Lluís Suñé y, con ella, a todas las madres de Catalunya? ", concluye el artículo de Puig.

Apoyo a Laporta

Además, Puig salió en defensa del presidente del Barcelona, Joan Laporta, por no utilizar Air Berlin para los desplazamientos del equipo por sus ataques al catalán. A su juicio, si el Gobierno, las instituciones y los ciudadanos catalanes hicieran lo mismo, el catalán se utilizará más de lo que se usa ahora.

"Air Berlín ha perdido su guerra, sus tácticas dignas del peor Goebbels se han demostrado comercialmente calamitosas", comenta Puig en otro artículo en su blog de Internet recogido por Europa Press, en el que da las gracias a Laporta por esta iniciativa, ya que, a su juicio, "no es fácil tomar este tipo de decisiones".

Además, arremete contra quienes han criticado a Laporta por esta cuestión. En este sentido, destaca que "todo el grupo de colaboracionistas" que han atacado al presidente del Bara "son los mismos que perdonaron a Núñez los malos resultados y los chantajes, los que perdonaron la mala gestión a Joan Gaspart y son muchos de los que tenían privilegios comunicativos con el Barcelona".

Puig se pregunta que dirían los que atacan a Laporta por boicotear a Air Berlin si esta compañía hubiera hecho un chiste insultando a su lengua y su país. También arremete contra los, a su juicio, nacionalistas españoles que pretenden "dar lecciones de comportamiento nacional", cuando "son los primeros que utilizan el deporte como arma ideológica de formación nacional española".

Esto quedó demostrado, desde su punto de vista, cuando "la merecida victoria de España a la Eurocopa de fútbol quedó eclipsada por las muestras excesivas y fuera de lugar del nacionalismo español".

"Voté Laporta y dije no a una moción colaboracionista y hoy me siendo más orgulloso que nunca. Gracias Joan, yo todavía tengo en un lugar de honor la foto contigo, no como otros", concluye Puig.

» Artículo publicado en ABC

agosto 04, 2008

La oposición denuncia la gestión de Tarragona 2017


Saltan chispas. La oposición del Ayuntamiento de Tarragona se unió ayer para criticar la gestión que está realizando Tarragona 2017, después de «contrastar» una información que salió aparecida el pasado domingo en el blog del político de Ciutadans Joan Miquel Carrillo, en la que se ponía en tela de juicio las adjudicaciones que ha realizado la entidad privada.
En ella, Carrillo ponía de manifiesto que, desde la creación de la entidad, en noviembre del año 2007, «se han contratado los servicios de la empresa Tecnigenia, hasta en tres ocasiones, referentes a la promoción de la candidatura».


Un solo trabajador

En el ‘post’, el político tarraconense asegura que a empresa Tecnigenia tiene por razón social «Servicios generales de ingeniería de Tarragona S.A.» y que se constituyó el 20 de Marzo de 2007, coincidiendo en el tiempo con el anuncio de Agustí Mallol de su apoyo al actual alcalde ante las elecciones municipales que se celebrarían el 27 de Mayo de 2007.
Su objeto social es el de «estudios de ingeniería y arquitectura, realización de trabajos de obra civil y ensayos mecánicos e hidrostáticos». Carrillo añadió que «a pesar de su falta de experiencia y de que su objeto social eran los servicios de ingeniería, en poco más de un año desde su creación esta empresa se ha adjudicado tres trabajos de diseño web, animación gráfica y del dossier de promoción». Todo, valorado en 580.000 euros.

Se da la circunstancia, según el blog y la oposición municipal, que «el administrador único de esta sociedad es Francisco Luengo Corral, estrecho colaborador de Mario Rigau en su etapa en la UGT». Francisco Luengo ha presidido la CTAC (Confederación de Trabajadores Autónomos de Catalunya) y es coordinador sectorial de comercio de la UPTA (Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos), ambas instituciones dependientes de UGT.

Los tres encargos

En el escrito que ha sido la causa de la polémica se especifica que la primera adjudicación de todas ellas es el desarrollo del sitio web de la candidatura, contratada el pasado mes de diciembre a Tecnigenia sin concurso público (por no ser requerido). «Al menos parte de dichos trabajos fueron subcontratados a su vez por Tecnigenia a dos empresas especializadas, Evolutt y Exxito», indicó Carrillo.

Posteriormente, en enero, «la empresa Tecnigenia se volvía a adjudicar los trabajos de ejecución de un Motion Graphic (spot promocional de la candidatura presentado en Febrero de 2008)». Finalmente, en febrero, la compañía «negociaba un acuerdo de colaboración con el gigante español de la ingeniería Técnicas Reunidas. Dicho acuerdo daría sus frutos el pasado 12 de Junio, cuando un consorcio empresarial integrado por ambas empresas se adjudicaba el dossier promocional de la candidatura por un valor inicial de 500.000 euros y, de nuevo, sin concurso público», añadía el político.

Explicaciones inmediatas

El portavoz municipal de CiU, Joan Aregio, lamentó ayer que «han pasado cinco días y el alcalde no ha realizado ningún desmentido. Creemos que debe dar explicaciones de inmediato para poner los puntos sobre las íes. Esto es un proyecto de toda la ciudad».

El líder nacionalista, que reivindicó su «apoyo total» a la candidatura y defendió su «presunción de inocencia», se preguntó «si esta empresa tiene la experiencia suficiente para desarrollar las tareas que se le han encargado». Aregio indicó que «no hay ilegalidad, pero siempre debe quedar muy claro lo que se hace con el dinero público». En este sentido, afirmó que «el convenio del Ayuntamiento con Tarragona 2017 era de 300.000 euros en tres años».

Por su parte, Alejandro Fernández (Partido Popular), se cuestionó «¿por qué no se contrató directamente a las compañías que realmente hicieron los trabajos? Siempre habíamos confiado en la dirección de la candidatura, pero ahora esto ha quedado muy tocado». Pese a ello, ambas formaciones no se mostraron partidarios, de momento, de pedir la dimisión del presidente ejecutivo de la candidatura, Mario Rigau.

» Artículo publicado en Diari de Tarragona