diciembre 05, 2007

Feria de Frankfurt: artículos en medios europeos (V)

Lost in translation
En la Feria del Libro de Frankfurt

Frankfurt, Alemania: Es noche avanzada de viernes, y me encuentro en un taxi con un grupo de catalanes, buscando desesperadamente un club de salsa. Estamos buscando refugio de una fiesta que funcionarios catalanes están organizando desde su posición como invitados de
honor en la renombrada feria del libro de Frankfurt.

Hasta ahora, Frankfurt ha invitado únicamente a países (India, China) o agrupaciones multinacionales (el mundo árabe) como invitados de honor. Cataluña, que tiene el estatus de Comunidad Autónoma en España, es la primera entidad de este tipo que recibe esta invitación.

Ser un invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt es una de las mejores oportunidades que una cultura literaria puede tener para abrirse camino entre los modelos dominantes de la globalización literaria y para darse a conocer en el mundo germanohablante y más allá.

Preparándose para la feria del libro, muchas organizaciones catalanas han pasado meses traduciendo libros catalanes al alemán; preparando sus propios libros, folletos y panfletos sobre la cultura y literatura catalanas y organizando numerosas presentaciones y acontecimientos culturales catalanes por toda Alemania.

Con la feria en marcha, Cataluña estaba organizando una fiesta cada noche en el viejo y cavernoso Almacén Bockenheimer.

La celebración de esta noche ofrece una vasta gama de deliciosos alimentos y vinos catalanes, seguida – quizás en un gesto de deferencia a los presuntos gustos del país anfitrión – por el mucho menos apetecible ruido destroza cabezas del tecno.

Nuestro grupo necesita encontrar algo de música que podamos realmente bailar. Llevamos trabajando juntos dos años preparando un estudio sobre traducción y globalización que hemos presentado en la feria.

Encargado por el Instituto Ramon Llull y la oficina central del PEN Internacional con sede en Londres, el estudio analiza la "economía de traducción" – el flujo de voces literarias a través de fronteras políticas y lingüísticas – del mundo anglohablante en contraste con otras culturas literarias, incluida la catalana.

La topografía de la feria misma ilustra los hallazgos del informe. Las salas 5 y 6 están llenas de signos en diversos alfabetos, sus pasillos resonando con una polifonía de lenguas. El Centro Internacional y el Centro de Traductores, ambos en la sala 5, acogían espalda con espalda acontecimientos durante todo el día, cada día, ocupándose de cuestiones internacionales, multiculturales y multilingüísticas.

Pero cuando llegas a la sala 8, tienes que hacer cola en un detector de metales. Y una vez dentro, oyes y ves una única lengua – se trata de la sala de la lengua inglesa. Yo no he entrado a la sala 8 este año, pero durante la feria del año pasado estuve en ella para saludar a algunos amigos editores americanos y me impresionó lo lujosos que eran los puestos. Los puestos en las salas 5 y 6 son pobres, pero en la sala 8 está inmediatamente claro que se ha gastado mucha más cantidad de dinero. Aquí es donde se encuentran los vendedores.

El mundo anglohablante compra tan poco en la feria y presta tan poca atención en general a escritos en otras lenguas que ni siquiera elabora estadísticas sobre el porcentaje de libros publicados en inglés que son traducciones. La cifra de un 3 por ciento, a menudo difundida, es con casi con seguridad elevada.

Ninguna industria o agencia en los Estados Unidos o en algún otro país anglohablante considera la cuestión lo suficientemente importante como para mantenerse al tanto de ella. En lugares como Cataluña o los Países Bajos, por el contrario, las estadísticas de libros traducidos a o desde el idioma local son un indicador cultural clave, cuidadosamente controladas por el gobierno y las agencias culturales.

Y ese es sólo un aspecto del monopolio lingüístico global del inglés. En países que publican muchos más trabajos traducidos que el inglés – que es lo mismo que decir la mayor parte de los países del mundo – una gran parte de las traducciones son del inglés. Es más, el creciente mercado de libros exportados, vendidos y leídos en inglés en regiones que no pertenecen al mundo anglohablante ya sube a tres mil millones de dólares anuales.

El informe sobre traducción y globalización que Carles Torner, del Instituto Ramon Llull, y yo hemos confeccionado es un ejemplo de la habilidad de los catalanes para ser locales y pensar globalmente. Partiendo de su propia necesidad de ser traducidos a los idiomas del mundo global de la forma más amplia posible – el informe incluye estudios de Argentina, China, Holanda y algunos otros países – los catalanes han dado a todos los interesados un medio para seguir avanzando en la investigación sobre la dominación lingüística del inglés.

Hay señales de que está investigación ya está teniendo impacto en los Estados Unidos. El ultimo año, varias universidades americanas anunciaron la creación de nuevos centros dedicados a la traducción, y publicaciones como The New Yorker y The New York Times Book Review han dedicado ediciones enteras a obras internacionales traducidas.

De amplias miras como han sido cuando se trata de cuestiones lingüísticas globales, sin embargo, los políticos de la cultura de Cataluña no dejan de tener sus puntos oscuros en asuntos más cercanos a su casa. Cataluña es una región bilingüe y muchos de sus escritores escriben en español, pero solamente aquellos que escriben en catalán figuran en Frankfurt.

Errando por los pasillos de la Feria del Libro, oí por casualidad denuncias a voz en cuello de esto por parte de catalanes hispanohablantes que acusan a Cataluña de utilizar las mismas medidas de exclusión contra ellos que fueron usadas contra los catalanohablantes durante las largas décadas de la dictadura de Franco.

La respuesta oficial desde Cataluña es que en un mundo donde las lenguas minoritarias están desapareciendo, la supervivencia del catalán como lengua viva y como cultura literaria depende de ese trato preferente.

Por fin encontramos el lugar que estamos buscando. Las canciones son en español y el menú está en alemán e inglés, y después de un sorbo a nuestras margaritas nos encontramos dando vueltas a través de la pista al ritmo de una sincopada "Guantanamera."

Esther Allen es profesora asistente en el Baruch College de la City University de Nueva York y la directora ejecutiva del Centro para la Traducción Literaria en la Universidad de Columbia.

» Ver artículo en el International Herald Tribune (en inglés)

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