mayo 08, 2007

La salud y los médicos, 2a parte

Los frentes de conflicto sanitarios abiertos por una desastrosa gestión política comienzan con el principio perverso en el que se asientan, consistente en considerar el sistema sanitario como una empresa que tiene que producir salud y bienestar sin que a los productores de estos bienes intangibles y no adecuadamente valorados, se les permita organizar, planificar y ofrecer libre y creativamente su creatividad y su saber, es decir: Los gestores – generalmente no profesionales de la salud – organizan y planifican unos objetivos de obligado cumplimiento para todos los profesionales sin contar con ellos ni reconocer el trabajo realizado a sus protagonistas y manifestando a la opinión pública que los avances en los logros sanitarios son producto de los objetivos políticos de los gobernantes y no de los esforzados profesionales que están ninguneados, explotados, incomprendidos y manipulados en varios niveles:


- Los bajos salarios - un médico que ha terminado el MIR puede ser despachado por 2000 euros mensuales - se están justificando con un concepto de productividad que a pesar de que circula desde hace más de 10 años aún no se le ha visto razón de existir, empezó a aplicarse este concepto de forma arbitraria y escandalosa y todavía los estamentos sindicales no han conseguido erradicar, conformándose con que las diversas gerencias acabaran aplicando una cantidad fija y a la vez variable para cada estamento como complemento “incomprensible” que sirve en su ridícula pequeñez a que los profesionales se avengan a firmar anualmente y se aten a unos objetivos que se inventan las gerencias y que obligan “consentidamente” a realizar a los profesionales que no se sienten vinculados a ellos, a) porque no los realizan ellos, b) porque lo común de los mismos es que no den respuesta a las prioridades ni a las necesidades percibidas por los colectivos sanitarios.

- Se hace pedagogía sanitaria a través de campañas publicitarias que se dirigen a un “consumidor” sanitario y votante con un mensaje prefabricado que cuando el paciente llega a la consulta ha oído, leído o visto por TV y que prima sobre la natural expectativa que cabría esperar sin tal mediatización propagandística en el encuentro de por sí sanador entre médico – enfermo. Campañas que han dado en una presión asistencial que elimina toda eficiencia y transferencia razonable del acto sanitario, generando insatisfacción e impotencia de diversas formas:

No se puede controlar una demanda indiscriminada de servicio sanitario potenciada por y para ocultar las carencias sociales que no son susceptibles de resolución por actos sanitarios y no obstante recaen sobre los profesionales que se ven inermes ante una demanda que sobrepasa la competencia sanitaria.

No se puede mantener un exceso de accesibilidad a los servicios sanitarios que los políticos han potenciado como excelencia del sistema sanitario español, cuando no es otra cosa que la tapadera a la inexistencia de una red de servicios sociales de los que carece una población cada vez más desvalida, desprotegida, empobrecida y dependiente.

Ir al médico se ha convertido en una práctica cotidiana de parte de la ciudadanía que utiliza el servicio sanitario gratuito como tubo de escape a la frustración familiar, social y laboral.
Si contamos las visitas médicas anuales de un usuario común -sin patología crónica diagnosticada – se pueden sacar, entre otras, dos conclusiones decepcionantes: 1- Los médicos son del todo ineptos pues los enfermos repiten visitas médicas con una frecuencia incomprensible para la bondad del tratamiento que se aplica, 2 - Es falsa la imagen del bienestar con que machaconamente insiste la clase política, ayudada por las carísimas campañas publicitarias, pagadas con dinero público, en un círculo perverso de propaganda que insiste en una falsa calidad de vida que la TV magnifica irresponsablemente.

Es popular el siguiente chistecillo: “ Llega un paciente al médico y éste le dice: Hace por lo menos un mes que no lo veo por aquí y el paciente contesta: es que he estado enfermo, doctor”.

El uso de los servicios sanitarios se ha convertido en un abuso que produce insatisfacción a los usuarios y a los profesionales sin que se vislumbre una salida razonable a esta incongruencia.

La presión asistencial de por sí ingrata se ve agravada con una tarea burocrática que requiere un 40% del tiempo laboral sin que la costosa informatización de las dependencias sanitarias haya conseguido eludir ni disminuir.

Estos frentes de conflicto serían suficientes para tomar medidas resolutorias que por no abordarse han generado efectos colaterales que son objeto de análisis y que sumados a los expuestos están llevando al colapso al sistema nacional de salud.

Prima el ahorro sobre conceptos en los que no se debe ahorrar, se despilfarra en otros que conducen a un gasto insostenible de los recursos sanitarios.

Carmen C.

» Ver primera parte: "La salud y los médicos"

No hay comentarios: