Escoltas sin pausa
El gerente de la Fundación me llamó preocupado. Habían llamado del Ministerio del Interior pidiendo mi teléfono. Pensaba que a lo mejor habíamos cometido algún error que nos hubiera pasado inadvertido. Colgué el teléfono y me dí cuenta inmediatamente de que se trataba de mí y sentí un ligero calor interior, como si se activase de pronto la circulación de la sangre y se revolviese algo. No me equivocaba. Al mediodía pasé por casa de mi madre para hablar con los adultos de la familia y avisarles de que no se inquietasen durante los días siguientes días.
La abuela Pilar ocultó los periódicos de la vista de las niñas y sustituyó la radio y el canal de noticias por música y dibujos animados.
Algo había cambiado, eso sí lo notaron, al encontrarse con más amigos de mamá en las salidas por la calle y la pequeña le preguntó a uno de los escoltas: “¿Sois amigos entre vosotros?" a lo que asintió el interpelado sonriendo. Y entonces le miró con sus ojos grandes y le dijo: “¿y sois amigos de todos los amigos de mi amá?” A lo que también asintió. Piensa la chiquitina que su madre forma parte de la cuadrilla de amigos más amplia y variopinta que hay en España. No le falta razón. Otros son más selectivos, desde luego y eligen más convenientemente a sus amigos. Pocos días más tarde, uno de los días de fiesta de la Semana Santa pasada, paseábamos en familia por el centro de San Sebastián cuando a lo lejos vi a una parlamentaria socialista que cultiva otro tipo de amistades. Como en otras ocasiones me pareció que iba sin escolta. Creo que no me engaño al pensarlo. Aquel día caminaba junto a otra mujer, una política profesional y alto cargo de un partido independentista legal. Hicimos como que no nos vimos. Ella a la suya, yo con los míos.
Maite Pagazaurtundua
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