Carta de Rosa Díez a María San Gil
Querida María:
No sé cómo empezar a escribirte esta carta. Pero voy a hacerlo como me salga, porque quiero decirte en público las cosas que pienso de tí, lo que he sentido cuando he sabido de tu enfermedad, del nuevo golpe que la vida te ha dado. Esta no pretende ser una carta política, aunque tú y yo lo seamos. O, pensándolo bien, quizá sí es una carta política, porque la política no tiene por qué estar reñida con los sentimientos. Al fin y al cabo ambas nos hemos encontrado en la vida gracias a nuestro compromiso político, a nuestra dedicación vital. Y ambas estamos en esto --desde historias y trayectorias completamente diferentes--, con la intención de ser útiles a los demás, con el deseo de que nuestro trabajo sirva para que la gente sea, a la postre, algo más feliz. Así que, definitivamente y desde esa perspectiva pues sí que va a ser esta una carta política de mujer a mujer, de compañera a compañera.
María, la vida es verdaderamente injusta. Seguro que tú llevas esto de la injusticia mejor que yo; es la ventaja que teneis los creyentes. Yo no puedo esperar a que en la otra vida te compensen por lo que estás sufriendo en esta y por eso me parece que es complétamente injusto que tu Dios te mande una nueva prueba. Yo creo que ya has sufrido bastante, que ya has demostrado suficiente valor, que ya has pasado lo tuyo, que te graduaste en dolor y horror el día que viste como asesinaban a tu amigo y compañero Gregorio Ordoñez . Y que desde entonces no has hecho sino ir sumando sacrificios, disgustos, temores, penas, desesperanzas...
Pero en fin, no vamos a hablar de esas cosas. Quedamos en que creo que es una injusticia lo que te está pasando; y quedamos en que si tú estás en lo cierto, tu Dios te lo compensará, dentro de muchísimos años, en la otra vida. Yo quería hablarte en esta carta de ahora, de lo humano, de lo que más o menos está bajo nuestro control. Sabes María que te tengo un enorme cariño. Que admiro tu entereza, tu sencillez, tu falta de doblez, tu cercanía, tu generosidad. Y sé que este es un sentimiento compartido por muchísima gente, por miles y miles de españoles de todos los colores políticos que te admiran y te quieren. Tu proyeccción humana es con mucho superior a tu impacto político; la gente quiere a María, a esa mujer de rostro sereno que les habla desde el País Vasco, a la que escuchan como si fuera de la familia, que les dice de forma sencilla verdades como puños. La gente aprecia que nunca subas el tono de voz, que siempre des la cara, que mantengas la mirada serena incluso ante el asesino, que no bajes los ojos, que no te ocultes tras las palabras.
Los ciudadanos españoles quieren a María, a la mujer, al ser humano completo que tú eres; pero no creo que sepan valorar cuanto vales. Porque con esa forma de ser que tú tienes, haces que los retos más complicados parezcan cosas sencillas de abordar. Por ejemplo: a todo el mundo le pareció natural que ocupases el puesto de Gregorio Ordóñez después de que ETA lo asesinara en tu presencia. Pero no era algo tan natural; la decisión que tomaste no fue fácil porque esa decisión te cambió la vida. A partir de ese momento aprendiste a vivir sin privacidad, con escoltas. Aprendiste a renunciar a esas cosas sencillas que a veces no valoramos suficientemente: pasear con los niños por el parque, empujar el columpio, darles la merienda en un banco, salir a tomar el sol, un café en la esquina, con amigos... Todo eso se acabó para tí, una joven mujer, llena de vida y de proyectos personales. A partir de ese momento empezaste a pensar y a trabajar por los proyectos de los demás; conviene que la gente reflexiones sobre eso. Renunciaste a tu vida privada para trabajar por la vida de otros. Por su vida y por su libertad. Lo que hiciste fue un acto heróico, un acto de un valor extraordinario.
Tampoco fue un regalo sustituir a Jaime Mayor Oreja en la Presidencia del PP en el País Vasco y en la candidatura a Lehendakari. Fue un gran reto que tú supiste asumir con determinación y espíritu positivo. Ahí volviste a demostrar cuanto vales, la buena madera de la que estás hecha, María.
Yo sé lo mal que lo has pasado estos dos últimos años en el Parlamento Vasco. Y no es porque me hayas hecho muchas confidencias; ambas somos en eso bastante pudorosas. No nos solemos permitir el "lujo" de contarnos nuestros pesares; es como si con una especie de códico secreto supiéramos que tenemos la obligación de trasnmitirnos optimismo. Pero sé cuanto te dolió que cuando el Lehendakari te dijo "vosotros representais lo peor de este Pais...", no hubiera nadie de los bancos socialistas que se levantara y te diera un abrazo para que quedara patente que más allá de nuestras disputas, los demócratas sabemos que lo peor de nuestro pais es ETA el partido que se beneficia electoralmente de sus crímenes. Pero nadie se movió. No lo sé, nunca me lo has dicho; pero yo en tu lugar hubiera sentido más esa soledad que las palabras del lehendakari; porque de Ibarretxe, del PNV, ya no creo que esperes nada. De los que son --o fueron-- compañeros constitucionalistas, seguro que sí.
No sé si lo que voy a decir es una bobada; pero he decidio escribir según me fueran saliendo las palabras. Así que te digo que he pensado que esto de tu cáncer seguro que se debe a que has somatizado el sufrimiento. Yo creo que el cuerpo se resiente por la parte más débil; y tú debes tener un gen propenso a mutar en células cancerígenas... Seguro que habrá quien me explique que esto que estoy escribiendo no tiene ninguna base ciéntífica; y seguro que es así. Pero a mí nadie me quita de la cabeza que lo que se sufre termina saliendo por algún sitio. Así lo veo; y así de doblemente injusto me parece.
María, ahora se trata de torear este nuevo morlanco. Te he oido contarlo en la rueda de prensa; y parecías tan serena, tan confiada, tan tranquila... Parecía que nos querías consolar a nosotros, a los que te estábamos escuchando, a los que estábamos sobresaltándonos por tí. Sé que te vas a enfrentar a este reto como a todos los anteriores; y que ahora también vas a superar la prueba. Pero déjame pedirte un favor: déja que los que te queremos te ayudemos a dar la batalla. Deja que te queramos, que te hagamos mimos; déjanos ciudar de tí. Sabes, le oí decir una vez a la poetisa cubana Dulce María Loinaz que se puede llorar en soledad, pero que para reir se necesita compañía. Venga, María: si tu nos dejas, haremos guardia para reir contigo.
Un beso muy fuerte, preciosa.
2 comentarios:
Si bien yo puedo estar en desacuerdo con muchas posturas del PP, es indignante que nadie en el PSE manifestase su solidaridad públicamente cuando el indecente Ibarretxe le dijo "Que ellos eran el mayor problema de Euskadi". Para mí el PSE así como el PSC en Cataluña, están desacreditados totalente para representar los intereses de los ciudadanos españoles de izquierdas.
Aunque creo que ser creyente en libertad es algo bueno y aunque haya ideas de la izquierda que no comparto, Rosa Díez tiene la capacidad de tender puentes y -noblesse oblige- un valor admirable.
Rafael (Málaga)
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