mayo 15, 2008

ETA contra casas cuartel del Estado

Tantas veces el nacionalismo vasco anduvo reclamando que el Estado cediera en algo más y que así ETA dejaría de matar. Tantas veces ha ocurrido que por eso cundió pronto y en profundidad el símil de los unos que sacuden el árbol para que caigan las nueces y los otros que las recogen para redistribuirlas. Mientras, ETA atentaba contra la Guardia Civil y sus casas cuartel, ante la frivolidad pasiva de quienes preferirían no hablar de seguridad del Estado. En circunstancias así, asesinado el guardia civil Juan Manuel Piñuel, el lendakari Ibarretxe insiste en su plan porque -dice- es lo que la sociedad vasca pide. Lo dice a sabiendas de que la sociedad vasca no sólo está dividida, sino que los mínimos anclajes y elementos cohesivos para la preservación vital de una sociedad civil han sido minados por el terrorismo, la pulsión nacionalista, el patrimonialismo institucional, el reparto de despojos y el fraccionamiento de la comunidad. Afirma la autodeterminación después que el PNV quedase muy malparado en las elecciones generales. Lo que configura el plan Ibarretxe son modos tribales, sistemas de exclusión, símbolos regresivos, sustratos de sedición. Por eso ETA ataca de nuevo a la Guardia Civil, porque la sabe un indicativo inalterable y permanente del Estado.


EL PNV tiene dos o tres almas únicamente cuando le conviene. Ahora sólo tiene una, oficialmente fusionada en torno a la propuesta -la «hoja de ruta»- de referéndum secesionista de Ibarretxe y de cara a las elecciones autonómicas de abril. En otro tramo del fuselaje político que le llevó a alterar el Pacto Antiterrorista, Zapatero ya le ha dicho que no. Al menos en apariencia y en esta fase táctica, La Moncloa quiere dejar a entender que no va a meterse de nuevo en otro «do ut des» con ETA y que todo tiene que hacerse según la Constitución. Por otra parte, así es como -salvo que el Tribunal Constitucional sea taxativo- creen los socialistas que quedó redactado el nuevo Estatuto autonómico catalán, refrendado en medio de un abstencionismo muy llamativo. Como añadido documental, Ibarretxe -ya con el «no» de Moncloa y para abultar el próximo programa electoral- plantea a Zapatero asumir nada menos que el preacuerdo explicitado entre el PNV, los socialistas y Herri Batasuna en el curso de la tregua de 2006. Esas cosas, como la maldición de Tutankamon, siempre reaparecen. Se les llama «normalización política». Ibarretxe propone que sea votado en referéndum este otoño. Dos o tres almas; árboles y nueces; casas cuartel y Estado.

Para el caso, el PSOE también dispone de varias almas: una de ellas prometió aprobar sin más el estatuto que el Parlamento autonómico catalán enviase a Madrid, otra le pasó la garlopa en la Comisión Constitucional y una tercera todavía gime por aquel proceso estatutario. Una cuarta o quinta alma, en fin, ahora habla de malestar en Cataluña, pide más financiación y no niega abiertamente que ande en pos de un concierto económico como el vasco. También los agravios comparativos cuartean los partidos políticos.

Vacila el podio del PNV bajo los pies de Ibarretxe y Herri Batasuna está reconstruyéndose bajo la tutela del terrorismo etarra. Es por eso que, en fechas de duelo general como la de ayer, Ibarretxe habla más de su «hoja de ruta» que de la condena de la muerte. Así andan los trabajos para reabrir la casa grande del nacionalismo vasco, con los de ETA matando, lo cual es su manera de sobrevivir y sojuzgar a una sociedad cuyas fallas tectónicas alcanzarían un límite insoslayable de considerar en la forma que sea el plan Ibarretxe. Después de estar en su momento más endeble, ETA mata en las casas cuartel y le paga el «lifting» siniestro a HB. El nacionalismo vasco tiene una manera fija de regresar siempre al punto de partida, sin opciones evolutivas, calcificado en torno a los dogmas de Sabino Arana. En La Moncloa, por el contrario, cualquier día descalcifican su iniciativa de retrazar al completo el modelo de Estado. Entonces, si los cálculos electorales y las encuestas no lo desaconsejan, Zapatero tendrá sobre la mesa de su despacho un nuevo Estatuto vasco. Sería de una flagrante deslealtad preterir que las casas cuartel son parte sustancial de nuestro Estado de Derecho.

VALENTÍ PUIG

» Artículo publicado en ABC

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