agosto 24, 2007

Ideas para el siglo XXI (X)


PROBLEMA: Un tratado olvidado


Nueva ley del mar
Paul Saffo


Cómo una simple firma podría beneficiar a todo el mundo.

¿Quieren retrasar el calentamiento global? ¿Alimentar a los pobres? ¿Prevenir el terrorismo? Si es así, seguro que su primer impulso no es pedir a un pesado aparato burocrático, docenas de países y miles de grupos políticos que acepten una sola vía para resolver las crisis más urgentes que padece el mundo. Los tratados internacionales tardan años en redactarse y, aun en el improbable caso de que se ratifiquen tal como se concibieron en un principio, tienen pocas garantías de éxito. Sin embargo, el Senado de Estados Unidos tiene ahora la capacidad de mostrar una excepción a esta máxima del derecho internacional. Con una sola votación puede contribuir a la estabilidad ambiental y ayudar a la sociedad civil en todo el planeta. Ha llegado el momento de que EE UU ratifique, por fin, el Convenio de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.


Este tratado, que establece el marco legal internacional por el que se rigen los océanos, entró en vigor en 1994 y cuenta con un respaldo mayoritario en todo el mundo. Pero a la hora de la verdad, hasta que Washington lo ratifique, es letra muerta. Las objeciones originales que retrasaron su ratificación –sobre todo, las disposiciones sobre extracciones en las profundidades marinas– quedaron resueltas hace tiempo, pero el acuerdo sigue bloqueado por un puñado de senadores republicanos conservadores a los que preocupa una concepción estrecha y anticuada de la soberanía nacional.

Los aspectos que ayudaría a mejorar el convenio son cada vez más cruciales: la conservación de las reservas de pescado, la protección ambiental yla supresión de la piratería y la delincuencia en alta mar, cuya existencia va en aumento. Un tratado eficaz impulsaría los esfuerzos para proteger unas reservas de pescado que están en declive y de las que depende casi el 15% de la población mundial como fuente fundamental de proteínas. Dejaría claros los derechos de acceso a estrechos estratégicos y protegería el comercio mundial al homogeneizar los esfuerzos internacionales para controlar la piratería. Además, ofrecería protección al frágil entorno marino en un momento en el que el cambio climático que se avecina nos plantea enormes incertidumbres.

Pocos pasos puede dar EE UU más fáciles o más beneficiosos para el mundo que ratificar este tratado. Los problemas que aborda, desde las reservas de alimentos hasta el terrorismo, no pueden seguir esperando.

Publicado en Foreign Policy - Edición española

Paul Saffo es analista de tecnología en Silicon Valley y profesor asociado en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Stanford (EE UU).

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