mayo 05, 2007

Ay, el progresismo de Nafarroa Bai

Pasan los años, pero el grueso de nuestros políticos no ha aprendido mucho. Tampoco han creído nunca que tuvieran que esforzarse en ello, porque la democracia y sus fundamentos son pan comido. Por lo demás, las palabras en el foro público carecen de importancia: vale decir cualquier cosa y emitir cualquier juicio, porque toda opinión es respetable, ¿o no? Aquí tenemos a Na-Bai y su candidato a presidente, Patxi Zabaleta, en su reciente rueda de prensa. Si este periódico, el Diario de Navarra, ha sido fiel al recogerlas, cada una de sus afirmaciones fue un monumento a la nada o aún menos.

1. Los de Na-Bai quieren participar en un futuro “gobierno de progreso”. ¿Por qué lo llaman así?; porque estarían ellos, que se autocalifican de progresistas. Lo cierto es que, no por oponerse a un gobierno conservador, se llega a formar un gobierno progresista. Se puede convertir también en un gobierno no menos conservador, aunque por distintas razones. Un gobierno conservador procura mantener sin cambios el equilibrio de intereses dominantes -económicos, sociales y hasta religiosos- en una sociedad, y éste es el caso de Unión del Pueblo Navarro. Pero si fuera Na-Bai la que accediera al poder, daría lugar a otro gobierno conservador cada vez que impulsara cambios en favor de supuestos e intereres tan obviamente reaccionarios como los del nacionalismo vasco.


2. El suyo será un gobierno en que “se prioricen las políticas sociales”, un deseo piadoso pero de imposible cumplimiento. Por naturaleza, el objetivo nacionalista es alcanzar la máxima cota de soberanía para su presunta nación; todo lo demás es secundario. Por definición, un partido nacionalista no tiene políticas sociales, porque éstas deberán esperar a la conquista de la soberanía nacional. Si de ellos dependiera, lo que antepondría ese gobierno serían las políticas nacionalistas en educación, lengua vasca, órgano común permanente y otros dislates. Sería otra derecha, desde luego, y en varios sentidos más cerril, costosa y temible que la que conocemos.

3. Será también un gobierno en que “se fomente la pluralidad”, nos explica. Debería decir el pluralismo, que no es lo mismo, pero a los que adquieren sus categorías ciudadanas tan sólo por la prensa diaria todo les suena igual y se apresuran a seguir la moda lingüística. La pluralidad señala la presencia en una sociedad de diversas creencias o formas de vida, criterios morales y políticos, que no siempre son una riqueza ni, por tanto, sería bueno fomentar. Al contrario, en múltiples ocasiones, lo mejor sería cuestionarlas para así reducirlas en pro de la verdad y de la paz social. Lo que hay que fomentar es el pluralismo, es decir, el respeto institucional de esa pluralidad (dentro de ciertos límites) a partir del principio de tolerancia.

4. Dicen aspirar a un gobierno en que “se realice una contribución positiva a la paz”, aunque no aclaran el sentido de esa idea cuando queda desnuda de adjetivos. Pues de la paz importa sobre todo su contenido particular, porque también el más bruto desea la paz; eso sí, la suya. Así que es de temer que, como a todo el nacionalismo vasco, semejante paz sólo signifique para ellos ausencia de violencia (que se resisten a llamar terrorismo) y mera desaparición de ETA. Ni se les ocurre aludir a una paz justa, nacida del disfrute de la igual libertad política por parte de todos los ciudadanos. Y esa paz no vendrá mientras se asiente en las mismas creencias y pretensiones que trajeron el enfrentamiento civil.

5. Incluso será un gobierno, fíjense, en que “se apueste por el medio ambiente”. Dudo que esta frase tenga sentido, pero es la salsa ecologista que faltaba en un guiso con sabor a progreso. Inseguros al parecer de sus razones, o convencidos de que en democracia cuentan los votos y no las razones que fundan los votos, los partidos no se sienten obligados a justificar argumentalmente sus pretensiones. Como si estuvieran en el casino o en un hipódromo, hoy prefieren apostar, o sea, entregarse al azar.

6. No se pierdan eso de que “UPN lo que quiere es seguir en el poder”. Un pecado imperdonable que cometen todos los partidos que están en el poder y que cometería, a no dudar, Na-Bai si algún día -la ciudadanía no lo quiera- llegara a él.

7. Y Zabaleta remató la faena pontificando que “no hay ciudadanos ilegales”, para referirse con gran finura jurídica a los ciudadanos privados del derecho de sufragio pasivo (o sea, de ser elegibles). Pero el caso es que los hay, y por variadas y sensatas razones; verbigracia, por cumplir condena en la cárcel. Nuestro tribuno sin embargo advierte que “se debería votar a quien uno quiera”, verbigracia a Batasuna y a sus máscaras, como si fuera democrática la posibilidad de elegir diputados antidemócratas o señal de buena tolerancia tolerar a los intolerantes. Claro que la Ley de Partidos es un “retroceso” y él sueña con un gobierno de progreso. El, el firme defensor de la reintegración foral plena.

Aurelio Arteta

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sabría analizar otros impactos, por desconocimiento, del nacionalismo vasco separados del permanente chantaje de ETA, pero en Cataluña donde no existe -todavía - los maulets van por el camino, si se puede ver el retrimiento hacia sí misma y el alejamiento de iniciativas que antes en Cataluña eran inmensas por las aportaciones comunes y ahora son de importación, parececomo si se hubiera anquilosado el progreso y las ideas, en numerosos ámbitos en Cataluña se está repitiendo lo mismo que hace 20 años y el resto cuestión identitaria, es tan aburrido y excluyente que parece que tod en Cataluña esté pasmado.
Arteta le añade el drama de los muertos, una cosa parece cierta: el nacionalismo produce inmensa tristeza.