marzo 08, 2007

Una historia común para los estudiantes europeos


Una interesante aportación, del blog de Carlos Martínez Gorriarán, de fecha 06 de Marzo de 2007.

El gobierno alemán, aprovechando la presidencia de la Unión, está comprometido en un proyecto educativo realmente ambicioso: “Por primera vez este curso, alumnos de secundaria de Francia y de algunas regiones de Alemania estudian con un libro común la historia de Europa. Cada capítulo está escrito por dos historiadores, uno francés y otro alemán, que aportan sus respectivas visiones. Con este referente, la presidencia alemana aspira a ampliar esta iniciativa a toda la Unión Europea: un libro de historia común para los estudiantes de los 27 Estados miembros. El asunto en que trabaja Berlín desde que ocupa la presidencia de la Unión, a principios de año, se abordó de manera más específica en los debates informales del Consejo de Educación celebrado en Heidelberg”, informa en El País de ayer A. Missé.


No he encontrado la noticia en otros periódicos, lo que no me extraña demasiado en vista de la superabundante cosecha de dislates nacionales, que dejan poco espacio a otros asuntos. En este caso, el afán de El País por reducir la información dedicada a De Juana y al “proceso” ha tenido ese efecto benéfico. Una astucia de la razón, que diría Hegel.

La noticia debería cuando menos llamar la atención –si no es mucho pedir- en España, un país concienzudamente entregado desde hace lustros a deshacer cualquier narración histórica común entre sus “comunidades autónomas”, en beneficio de pintorescos relatos particularistas sobre Wifredo el Pilós, los indómitos vascones de Roncesvalles, la herencia celta de Galicia, las maravillas de Al-Andalus o la edénica vida de los guanches. Numerosos cantamañanas y remendadores de hechos diferenciales han conseguido vivir muy bien de los grandes presupuestos consagrados a esta labor de centrifugación del pasado en beneficio de un futuro imaginado esplendorosamente soberanista en las 17 realidades nacionales en gestación.

Entre tanto, alemanes y franceses se esfuerzan por redactar un relato compartido de una historia común caracterizada por los enfrentamientos más brutales de la historia. De la necesidad de impedir que se repitan Sedán, el Marne o Normandía, viene la necesidad de que los escolares franceses y alemanes, y pronto todos los europeos, tengan una visión de esos enfrentamientos –desde las invasiones napoleónicas a la II Guerra Mundial, por lo menos- que muestren la guerra como algo pasado, y lo que es igualmente importante, a interpretar esos hechos de manera distinta a como propone el nacionalismo, empeñado en abrir trincheras y cultivar el odio y la revancha. Le nationalisme c’est la guerre, dijo Mitterrand sabiendo muy bien de qué hablaba.

Europa se creó, precisamente, para impedir que las disputas intereuropeas degeneraran en otro enfrentamiento bélico. Es infinitamente mejor pelearse por las normas comunitarias, y a golpe de tratado y burocracia, que por Alsacia y Lorena a cañonazos. En este sentido, y en muchos otros, el experimento llamado Unión Europea es un éxito absolutamente admirable y sencillamente genial. Porque sólo cabe calificar de genialidad la idea, sin precedentes (en el Tratado de Versalles que cerró la I Guerra Mundial se hizo exactamente lo contrario: alimentar la revancha nacionalista), de que Estados que acababan de salir de una enorme conflagración bélica a muerte (Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo), con decenas de millones de víctimas y daños incalculables, aparcaran sus diferencias para empeñarse en la construcción de una entidad a medio camino entre el club comercial y la protofederación. Que el invento esté ahora lamentablemente estancado por el fracaso constituyente no es óbice para recordarlo.

Una pequeña anécdota revelará por qué los europeos buscan para sus escuelas una historia común que permita avanzar en integración y comprensión mutua, en vez de profundizar las diferencias e inventar nuevos agravios. La fuente es de primera: me la contó el excomisario europeo de Justicia e Interior, Antonio Vitorino (con quien Basta Ya compartió el premio Manuel Broseta de 2003; se conoce gente interesante en estos eventos).

La anécdota es como sigue: Vitorino recibió un día a una comitiva de políticos vascos esencialmente –cómo no- nacionalista. Le hicieron una larga exposición del “conflicto vasco”, y acabaron la perorata afirmando que la solución estaba en que las instituciones vascas consiguieran más y más soberanía. Vitorino escuchó pacientemente, y les dijo: “Muy interesante, pero verán, los Estados vienen a Europa a ceder soberanía para resolver sus problemas, no a pedir más”. Y les despidió amablemente.

Esta es, en el fondo, la razón que explica por qué alemanes y franceses se esfuerzan en escribir un texto de historia común, algo sin duda difícil y complejo, mientras que los representantes de catalanes, vascos, andaluces, gallegos y compañía se empeñan en arrancar páginas y capítulos enteros de su libro de historia común, añadiendo otros cuando menos puramente imaginarios a sus manuales de andar por casa. ¿La diferencia?: incluso políticos conservadores como Chirac y Angela Merkel comprenden la importancia de compartir la soberanía y de educar en esta necesidad, mientras los nuestros se empeñan exactamente en lo contrario. ¡Y se denominan progresistas! Incluso el PNV se dice “de izquierda”. Y por el otro lado, ese odio irracional a la “educación en la ciudadanía”...

Carlos Martínez Gorriarán.

Fuente: http://www.bastaya.org

2 comentarios:

Polites dijo...

En España, además de las numerosas historias nacionales 'emergentes' que muchas autonomías fomentan y subvencionan, arrastramos el problema de la falta de consenso académico sobre cuestiones fundamentales de nuestro pasado, como la II República y la Guerra Civil. Quizá la única manera de lograr un acuerdo en estos asuntos sea la aportación desapasionada de historiadores europeos.

Anónimo dijo...

Se ha ensuciado tanto el patio de casa que la iniciativa de Ángela Merkel concita a la simpatía, en España parece que el sentido común se ha esfumado para largo tiempo. Experiencia les sobra a los alemanes de como se las gasta el nacionalismo en su grado étnico, los compartimentos estanco autonómicos han acabado con toda objetividad histórica y al mismo tiempo con la historia, se han pasado a la ficción y parece que no se pueda hacer nada.