marzo 14, 2007

Pequeñines sí, gracias

Andan los padres de revuelo estos días por Madrid buscando acomodo público, privado o del que sea para sus vástagos menores de tres años. El asunto de la Educación Infantil, es decir, la idealista escolarización pública y gratuita de los menores de cero a tres años, es sin duda una asignatura pendiente que arranca con la transición española. Con ella llegó, justamente, la emancipación laboral de muchas mujeres que adquirieron enseguida la fea costumbre de ausentarse del hogar conyugal para acudir a trabajar remuneradamente. Pero entonces resultó que los peques se empezaron a quedar con los abuelos los que los tenían o con las vecinas que no trabajaban o, en último caso, en una guardería, en muchas ocasiones propiedad del centro de trabajo, por cortesía del mismo o por simple conquista sindical.


Hoy las mujeres son parte sustancial del panorama laboral español. Y cada vez mas mujeres se incorporan a él tratando de conciliar la vida familiar con la laboral, empresa arduo difícil de siempre y en España hagámonos una idea con el dato de que sólo hace 6 años de una norma con rango de ley que ha regulado al fin unas tímidas medidas al respecto y, en la esfera privada, a modo de recomendación a los patronos preocupados por sus empleados.

La Educación Infantil es uno de esos hijos anémicos de la democracia española y su camino a veces errático hacia el Estado del Bienestar. El esfuerzo de inversión de las administraciones públicas no ha sido, en este asunto, muy atinado ni tampoco explicado a un sector importante de la población a la hora de asumir, en cambio, la Primaria y la Secundaria. En alguna Comunidad Autónoma más que representativa se calcula que se están cubriendo por esta vía sólo un 50 % de plazas para hijos menores de tres años de parejas en las que ambos cónyuges trabajan, del cual un 70% corresponde a empresas de servicios privadas o concertadas (Fuente: Cifras de la Educación en España MEC. Sistema Estatal de Indicadores de Educación ). Como en la práctica muy pocos se benefician de los escasos recursos que las Administraciones ofrecen, los ciudadanos se buscan la vida como pueden de una forma no muy diferente a como lo hacían nuestros padres hace tantos años. Aunque hoy en día los mas, desde luego, acaban pagando una guardería.

Parece que ya va siendo hora de reaccionar con esfuerzos valientes, comprometidos y sostenidos a largo plazo que ayuden a mitigar el coste de traer un hijo al mundo y tratar de frenar, de paso, el indeseable futuro de un crecimiento poblacional negativo. Y tendríamos que pensar en soluciones que no supongan una sangría para las arcas públicas aunque sí un cambio sustancial en la priorización de los recursos. La novedad debe ser que el asunto pase a ser de accesorio a principal porque la política debe abarcar los cambios sociales y cambiar con ellos, y la política educativa más que ninguna.

Defendemos un incremento sustancial de las inversiones en Educación Infantil de primer ciclo, sin olvidar seguir impulsando las de segundo ciclo (3 a 6 años), mucho más cuidado por las Administraciones hasta ahora. El ritmo de la construcción en España de unos años para acá hace desconfiar de las excusas que, a modo de letanía, entonan las autoridades educativas a la hora de justificar los retrasos en las infraestructuras de centros públicos. Los denominados “cheques guardería”, pan para hoy y hambre para mañana, no solventan más que circunstancialmente el problema y suponen un pellizco importante de los presupuestos locales, con todo lo antieconómico que resultan las subvenciones directas a fondo perdido. Y no es que su uso sea desaconsejable a falta de centros públicos, es que las administraciones no lo pueden argumentar como prueba de que algo se está haciendo al respecto. El concierto y, mejor que eso, el crédito público a tipos ventajosos, como iniciativa local de empleo perfectamente encuadrada en políticas municipales de incentivos a la radicación de PYMES, pueden ser deseables en pequeñas localidades donde, aparte del inmemorial escaso presupuesto, el control público de las subvenciones es más abarcable, contribuyendo además a atraer nuevos residentes y a crear puestos de trabajo. En las ciudades, inversiones públicas sin mas dilación en obra nueva, habida cuenta de lo estricto de la reglamentación en lo que a locales se refiere, más equipos y dotaciones, y cuando sea posible vía rehabilitaciones de inmuebles incluyendo el planteamiento de la inclusión de estas Escuelas, vía remodelación, en centros ya existentes con otros ciclos educativos. Y en cualquier caso de escasez: controles de renta de la unidad familiar creíbles, objetivos y demostrables, con tablas de asignación de plazas por orden estricto de necesidad económica o vinculadas a algún programa social o familiar. Estamos convencidos de que pocas medidas resultan tan incentivadoras a la natalidad como un buen sistema público de escolaridad infantil que facilite la crianza y educación de los hijos.

M.M.

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