febrero 03, 2007

Hacia un nuevo orden mundial (I)

Si este año, que empieza con visos de cordura en la política mundial, se materializa en pasos positivos para la sostenibilidad del planeta, sin duda se lo deberemos al sacrificio iraquí que con su resistencia a la invasión norteamericana ha hecho inclinar la cerviz al pretendido “amo del mundo” que ha retrocedido de sus posiciones arrogantes y unilaterales hacia actitudes más abiertas y permeables que redundarán en una nueva reestructuración mundial del poder.

Varios acontecimientos simultáneos están confluyendo que determinarán las líneas de actuación que definitivamente pondrán fin al sangriento siglo XX - a cuyos estertores estamos asistiendo - para dar paso a la política que caracterizará al siglo XXI.

El Foro Económico Mundial - léase: Poder Mundial Económico y Político - se reunió en Davos (Suiza) a finales de enero bajo el lema : “Dedicados a mejorar el estado del mundo”.


Políticos, jefes de Estado, más de 30 ministros, economistas, empresarios titulares de las grandes empresas multinacionales, 90 países representados, fueron los más de 2.000 asistentes a este foro que se reúne anualmente desde hace tres décadas y que este año ha cambiado el sesgo de sus deliberaciones, centrándolas en la necesidad de combatir el efecto invernadero derivado de las emanaciones a la atmósfera de dióxido de carbono, producidas fundamentalmente por la acción de los combustibles fósiles (petróleo, carbón y otros) que están determinando un cambio climático que se presenta tan devastador como puede serlo el mayor y mejor equipado ejército del mundo.

El tema central en las deliberaciones de Davos refleja con la nitidez de un espejo, las perversiones con que el capitalismo allí representado ha actuado en el pasado, al apropiarse del desarrollo económico - tecnológico (de los medios de producción dirían los marxistas) para su obsceno enriquecimiento, disfrazado de sociedad de bienestar para Occidente (20% de la población mundial) en detrimento del 80% que vive en la pobreza, la miseria, la violencia provocada por la avaricia y el robo occidental de los recursos de sus países y la negativa pertinaz a que el desarrollo tecnológico se expandiese en una globalización positiva para todos y no exclusivamente de beneficios económicos para unos pocos, como se ha hecho y se sigue haciendo.

Llama poderosamente la atención que los mismos que hace unos meses -Exxon-Mobil, primera empresa del mundo por ingresos, gastó más de 12 millones de euros en financiar una red de “expertos” para que argumentaran públicamente contra las tesis científicas del calentamiento global- defendían una política energética continuista, ahora demandan al congreso de EE.UU. una legislación que reduzca significativamente los gases causantes del efecto invernadero, cuantificando la reducción entre un 10 y un 30% y que esta demanda de las empresas energéticas “estrella”: General Electric, Alcoa, Dupont, Duke Energy, Caterpillar, Bp América y otras, se produzca horas antes de que Bush anunciara en su discurso al Congreso el programa 20 x 10 que consiste en reducir un 20% el consumo de gasolina en 10 años, con dos objetivos: Ser menos dependiente del petróleo producido en Estados con regímenes hostiles o cercanos al terrorismo (criterio geoestratégico) y generar menos gases de efecto invernadero (criterio climático).

Simultáneamente, en Davos se ha explicitado un cambio de actitud en los más poderosos, unificada en otras ediciones con las tesis de EE.UU., contrarias a firmar el protocolo de Kyoto y en la edición de enero 2007, a favor de un mundo menos contaminado y de nuevas energías; un cambio de actitud que no se debe a una toma de conciencia sincera y solidaria - en 1995 ya existían pruebas aplastantes de que la concentración de gases invernadero en la atmósfera había aumentado notablemente desde los comienzos de la revolución industrial - sino que está inducida por el fracaso de Bush en Irak que ha hecho perder a EE.UU. el poder hegemónico del mundo que se desplaza inexorablemente a otros continentes y a otras potencias económicas emergentes, ya sea porque tienen materias primas: gas y petróleo, caso de Rusia, Irán y Arabia Saudí que las hacen explotadoras de las mismas, ya sea porque han alcanzado el desarrollo tecnológico, caso de China, capaces de competir y disputar entre unas y otras el poder omnímodo de EE.UU. que ya no las puede ningunear al frustrarse la “operación Irak” y con ella la posesión de sus recursos energéticos.

EE.UU. no tiene más remedio que compartir el poder que ya no le garantiza su industria armamentística que se ha demostrado menos disuasoria que el huracán Katrina, preámbulo del “ejército natural” que ha de venir si sigue apostando por iniciativas político-económicas lapidarias para el equilibrio del planeta, ejército natural que le sigue enviando andanadas para las que no tiene capacidad de respuesta: la floración en invierno de los naranjos en California, los osos que no hibernan, el casquete polar que se deshiela, la posible desaparición o transformación de la corriente del golfo que haría aparecer en Europa diversas enfermedades, la desaparición de islas y territorios vulnerables a la elevación del nivel del mar…

Carmen C.

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