febrero 24, 2007

¿Alcohol? A los jóvenes no, por favor

No hay nada mejor que la cultura mal entendida para perturbar el desarrollo armónico de un colectivo de individuos que se agrupan en torno a unos principios comunes y de respeto a la libertad individual dentro de un reparto de tareas – la mayor parte de las veces desigual – que hace posible el funcionamiento de una sociedad plural, democrática, occidental y del siglo XXI.

España es un modelo reciente de sociedad plural, democrática y de cultura tan mal entendida que donde debería leerse y entenderse ignorancia, las fuentes mediáticas y políticas, generadoras de un pensamiento uniforme y mediocre quieren hacernos leer y entender cultura y nos instan a defenderla.


Es así como asistimos a la “cultura del vino” (el concepto ha podido salir de una bodega o de un gabinete ministerial o de un ayuntamiento) que estos días dio al traste con la ley antialcohol que la ministra Salgado quiso sacar adelante para defender a los jóvenes de los efectos secundarios de la cultura mal entendida, que años atrás permitía ofrecer de merienda a los niños sopas de pan, vino y azúcar y en la actualidad acaba con más de un adolescente en cuidados intensivos por coma etílico.

La cultura en España está secuestrada por la clase política que la ha sustituido por una absurda exhibición de eventos con mucho formato, portada, publicidad y exaltación de las patrias chicas y sus tradiciones también chicas a las que ha dado en llamar cultura y poco contenido cultural, solidario y colectivo.

Son profusas las convocatorias a festejos, inauguraciones, gastronomías varias y locales (“cultura casera”): aquí unas migas, allí una paella, más al norte un pulpo, siempre regado con vino del lugar y siempre buscando una compensación electoral y todo gratis, entendiendo por gratis cuando paga la Administración Pública.

La clase política mediatiza la vida de los ciudadanos, éstos votan, los políticos organizan la sociedad dentro de lo “políticamente correcto” que es aquello que comprende el perímetro vital en el que se ha de mover el ciudadano, más allá no hay que indagar, no hay que saber, no hay que explorar y cuando los flecos de este idiotismo se manifiestan, los políticos sacan una ley.

Ahora le ha tocado al vino: ¿Qué pensarán los jóvenes de una ley que aparece y desaparece como por arte de magia? Sin duda se ríen, se ríen de los políticos, se ríen de sus padres que han dejado de ser sus referentes éticos, se aniquilan a sí mismos cuando al no encontrar respuestas y estímulos positivos a su crecimiento interno y creativo se abandonan al consumo de alcohol.

¿Cultura del vino? Paparruchas de políticos que desprecian la inteligencia emocional de los ciudadanos y se rinden ante un puñado de votos que pueden peligrar si la ministra Salgado consigue que se apruebe una ley antialcohol para jóvenes.

A los políticos les preocupan las elecciones municipales que vienen, a los ciudadanos debería preocuparnos el desolador cuadro social al que nos están llevando. Es urgente que reaccionemos y les paremos sus proyectos, hemos de participar más en nuestro destino colectivo, hemos de contraponer nuestros proyectos a los suyos. Hemos de defender a nuestros jóvenes de los intereses creados de la clase política.

Carmen C.

2 comentarios:

Polites dijo...

Creo que hay que proteger a los jóvenes de las sustancias potencialmente dañinas o adictivas, pero también hay que enseñarles a utilizarlas, a cómo sacarles provecho y a evitar sus perjuicios.

La cultura es la suma de conocimientos (no heredados genéticamente) que compartimos los humanos para manejarnos en la vida. A esos jóvenes que se emborrachan cada semana precisamente lo que les falta es esa cultura.

No hay que dejar que el mal uso de la palabra cultura, o su utilización interesada nos haga rechazarla.

Anónimo dijo...

La cultura es el conjunto de rasgos distintivos espirituales, afectivos, materiales e intelectuales que caracterizan un grupo social o una sociedad, así se lo definen a los chicos en la secundaria y en dinámica de grupos.

La cultura es algo ´que la política oficial se empeña en que no roce al ciudadano. Hay que cambiarlos, están acabando con lo mejor de nosotros mismos.