noviembre 26, 2006

Y después llegó el escándalo

Primero fue el nacionalismo que además de infligir males interiores a Cataluña la exportó como identidad diferenciada y contrapuesta a España, en la que hizo recaer las culpas de las desgracias históricas que azotaron a los ciudadanos de todo el territorio español en el decurso del siglo XX, nacido en colvunsión y golpeado por terribles vientos de guerra, cuyas heridas aún nos estamos lamiendo en el siglo XXI.

Tal vez los catalanes hayan sido los que mejor parados salieron de la tragedia nacional, pues se ahorraron el inmenso dolor con el que el resto de España vio desgajarse sus familias en un éxodo generalizado, en parte al extranjero y en parte a los escasos nucleos industriales de España para los que se requería mano de obra, como fue el caso de Cataluña y El País Vasco.

De la solidaridad y la convivencia forjadas a partir de la necesidad de sobrevivir ha devenido la sociedad plural y mestizada de Cataluña que hoy no puede desprenderse de las raices que en ella se han consolidado y que son su carta de presentación e identidad en la que tanto pesa la raiz catalana como la española.

Obviar y despreciar este pasado ha llevado al nacionalismo catalán a la situación en que hoy se encuentra: Rechazado por los catalanes que han resistido durante años, en silencio, las vejaciones nacionalistas absteniéndose en las elecciones autonómicas y en la actualidad alzando su voz, contra el estado insoportable de la función pública que gobernada por el "nacionalismo de derechas" y en los tres últimos años por el "nacionalismo de izquierdas" ha fabricado una identidad catalana imaginaria sobre y en contra de la identidad catalana real que no solo no ve en España el enemigo a abatir - como predica el nacionalcatalanismo - sino que disfruta y valora en positivo sus raices españolas.

Obviar este pasado y aceptar el chantaje del nacionalismo que con su escasa representación ciudadana tiene la llave de la gobernabilidad de España tragándose para tal fin - que si no se demostró espureo, tampoco resultó beneficioso - los sapos y culebras que el nacionalismo endosó a la ciudadanía (representando un papel de victimarios de los españoles) mientras los consentidores viven bien y hacen espléndidos negocios y el ciudadano común sufre el deterioro creciente de sus condiciones de vida, son las cuestiones que han roto el silencio y han puesto en evidencia a unos y otros.

Pero quedar en evidencia no es suficiente para rectificar y aún aferrados a las actitudes groseras a la par que victimistas del nacionalismo, los coreógrafos de esta pantomima han reaccionado primero - cuando no daban un céntimo por el éxito de Ciutadans - con el insulto trasnochado del lerrouxismo y el desprecio compasivo y después, con el escándalo.

Salvo honrosas excepciones de pensadores de fiable objetividad que por suerte aún hay en nuestro país y que están siendo prudentes y en algunos casos observadores apreciativos del proceso, el resto se ha lanzado en desbandada, unos a sobrevalorar la acción de Ciutadans - vaya usted a saber con qué propósitos - y otros, están pasando del insulto y la difamación al escándalo.

Pues escandaloso es que a un partido con nombre y apellidos y padres legítimos, como todos bien saben porque de todos son conocidos, le adjudiquen paternidades ajenas y en el más mojigato símil norteamericano ahora le estén exigiendo biografía, afiliaciones y pecados a un chico que por su corta edad y su actividad académica y deportiva, bien aprovechadas ambas, no puede tener ni aún queriendo , un pasado político en el que hurgar para sacar sangre y/o veneno.

Al "todo vale" de infaustas consecuencias políticas se han apuntado hombres de los que se esperaba mejor aprovechamiento de sus lecciones, hombres como Vidal-Folch y Culla i Clarà, primeras figuras de la prensa de opinión pero ha sorprendido aún más el apelativo "lerroxista" en la pluma de Enrique Gil Calvo, cuyos análisis políticos no suelen ser provocadores y a menudo resultan atinados.

Obvian el pasado reciente, desprecian el toque de atención de los ciudadanos y yerran estrepitosamente a la vez que se desprestigian como analistas políticos.
La voluntad ciudadana, pacíficamente expresada en las urnas está a la espera de respuestas políticas serenas y capacitadas para afrontar el presente a la vez que rechaza el lamentable espectáculo de los insultos y las suspicacias.

Presten atención, serénense, aparquen la ciencia-ficción, bajen a la terrena realidad y colaboren con propuestas para la concordia cívica que están contribuyendo a exacerbar sin ofrecer una vía de salida.

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