mayo 26, 2008

Adiós a las exenciones de estudiar euskera

· El nuevo currículo restringe al mínimo la posibilidad de eximir a los alumnos del estudio y la evaluación de la lengua vasca.
· Experiencia en un colegio de Oyón.

El Departamento de Educación ha cerrado el círculo lingüístico. Primero fue la enseñanza obligatoria (de 6 a 16 años), después el Bachillerato y, por último, la etapa Infantil e incluso la Educación Permanente de Adultos. Todas las etapas tendrán al euskera como la lengua principal. Al menos, sobre el papel. Y como complemento, el nuevo currículo de la enseñanza obligatoria atornilla las posibles exenciones de estudiar euskera, hasta reducirlas a la mínima expresión.


En estos momentos, alrededor de 5.000 alumnos están eximidos. Se trata de escolares procedentes de otras comunidades o países cuyos padres han recalado en la comunidad autónoma por motivos de trabajo y que tienen en su horizonte volver a su lugar de origen. Una buena parte de esos alumnos son hijos de funcionarios del Estado y el resto lo suelen completar los inmigrantes, cuyas familias se mueven en la incertidumbre laboral.

El colectivo de alumnos eximidos del euskera se escolariza en lo que se conoce como el modelo X, enseñanza íntegramente en castellano, que ni siquiera tiene la lengua vasca como una asignatura.

Con el nuevo currículo, las cosas van a cambiar. El texto establece que la exención podrá ser de un curso, pero si el alumno sigue escolarizado en el sistema educativo vasco, el centro donde está matriculado debe prepararle un plan de trabajo individual por un máximo de dos cursos escolares. Al finalizar ese periodo, el estudiante debe incorporarse al curso que le corresponda y seguir el mismo ritmo de euskaldunización que lleven sus compañeros. Esta es lo que dispone el currículo, pero hasta que se no se desarrolle mediante una orden, los colegios seguirán echando mano del antiguo sistema. Es decir, pedir la exención año a año de los alumnos. "Hasta ahora no hemos tenido ningún problema y así seguiremos. Pretender que un alumno que no ha estudiado en euskera se incorpore al cabo de dos cursos al ritmo de una clase que lleva con la lengua vasca desde Infantil es una utopía", asegura Igone Martín, profesora del colegio público Ramiro Maeztu, en la localidad de Oyón, en la Rioja alavesa. El caso de este colegio es singular.

Cuando a Miguel Lavilla, director del centro desde hace siete años, le hablan de que el Gobierno vasco exige que el euskera se convierta en la lengua vehicular en los colegios y de que las exenciones prácticamente desaparecen, su primera reacción es de indiferencia. Después echa mano de los datos y los lanza despacio, pero sin pausa: de 263 alumnos matriculados en Infantil y Primaria, cerca de 200 estudian íntegramente en castellano; el 18% de los alumnos del centro son inmigrantes y otro porcentaje alto procede de Logroño y toda su vida se desenvuelve en castellano; en lo que va de curso, han pasado ya 63 profesores. Ninguno quiere quedarse en un centro frontera, a cinco kilómetros de Logroño, pero a casi una hora de viaje desde Vitoria.

Oyón sólo es una estación de paso para los docentes y, en muchos casos, esa estación apenas dura unos meses. Se da el caso de que alguno de los docentes con destino definitivo en el colegio no lo ha pisado aún. Lleva diez años en comisiones de servicios en otros destinos, haciendo lo imposible por no recalar en Oyón.

Este es el caldo de cultivo en el que se mueve Lavilla y al que hace frente con sentido común. "Lo que es imposible es imposible. Y que el euskera sea el idioma en el que estudien estos alumnos es imposible". "Nuestro colegio no está en las mismas condiciones que los demás. En lo que va de curso, por aquí han pasado ya 63 profesores. Ya me contarás que proyecto lingüístico podemos poner en marcha. Bastante que nos aprendemos los nombres de todos los profesores que pasan".

Lavilla barrunta problemas. "Todos los alumnos de Primaria estudian en castellano. Es lo que quieren las familias (la ikastola está justo al lado y tiene Primaria y Secundaria con menos alumnos). La mayoría de los niños del pueblo se matriculan en el colegio público, agrupamos a todo el alumnado inmigrante y desfavorecido".

También a los hijos de familias de Logroño, cuyos padres compran el piso para vivir en Oyón porque está más barato que en la capital riojana, pero su vida está en la capital riojana. "La mayoría de los inmigrantes proceden de Marruecos. Sus padres intentan a duras penas aprender castellano y en esas condiciones, ¿vamos a obligarles a aprender euskera?"

Hasta que no se desarrolle con órdenes el currículo, Lavilla asegura que el colegio seguirá como siempre, pidiendo exenciones de euskera año a año. Cada curso piden alrededor de diez. "Toda la vida se desarrolla en castellano. Hay muchas familias que vienen a trabajar y no es para toda la vida, están tres o cuatro años y después se van. Es una población móvil. Es inviable que la lengua vasca se convierta en el idioma principal, es que los alumnos no nos aprenden ni los números".

La plantilla del centro es de 32 profesores, de los que 20 tienen destino definitivo. Pero sólo siete ocupan la plaza de manera efectiva (y cuatro están a punto de jubilarse con 58 años pasados). El resto no ocupa su plaza porque están en comisión de servicios. Y todo se resuelve a base de sustitutos y más sustitutos. "Como los profesores no quieren venir, por las circunstancias que sean, piden una comisión de servicios. Entre las liberaciones para estudiar euskera, las bajas por enfermedad y las resistencias a venir, casi hay que darle una medalla al profesor que viene hasta aquí".

Los padres se quejan. El director se queja, no sabe qué docente dará clase el siguiente curso. "Así es imposible establecer proyectos a largo plazo. Es un tema grave, no puedes aplicar el currículo, no puedes planificar nada. Me he quejado al departamento y no hay ninguna contestación". Lavilla vino "destinado forzoso" de Vitoria a Oyón y trasladó a toda su familia a Logroño. "Después de tres accidentes en la carretera, dije que se acabó".

EDUARDO AZURMENDI

» Artículo publicado en El País, en la edición del País Vasco

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