agosto 09, 2007

Ideas para el siglo XXI (VII)


PROBLEMA: La guerra contra las drogas


Legalicémoslas
Christopher Hitchens


¿Queremos derrotar a los camellos y a los capos de la droga? Pues compremos lo que venden.

El mayor cambio para mejorar la política exterior estadounidense, y para el que no haría falta más que un sencillo acto de voluntad política, sería el de abandonar la guerra contra las drogas. Esta reliquia de la era de Nixon lleva mucho tiempo siendo el hazmerreír dentro de las propias fronteras estadounidenses (donde los narcóticos están a disposición de cualquiera que los desee y lo único que puede garantizarse es que el dinero irá a parar a manos de criminales). Pero esos mismos rendimientos decrecientes tienen un efecto deplorable en la política internacional de EE UU.


Pensemos en el caso de Afganistán. Hace 30 años era un país de viñedos, famoso por sus uvas pasas. Ahora padece tal deforestación que un agricultor tendría que ser muy optimista para plantar una viña, mientras que el que cultiva amapolas, por lo menos, tiene asegurados ciertos ingresos. Nos dedicamos a quemar y destruir el único cultivo real del país. Y los beneficiarios de esta política son los talibanes. ¿Por qué no, en lugar de esto, compramos las cosechas afganas, las utilizamos para fabricar calmantes y quemamos o arrojamos a la basura el resto (si es que hace falta) mientras que, en paralelo, ofrecemos incentivos y ayudas a los viticultores? Ya pagamos a los turcos para que cultiven opio con fines médicos; no necesitan el dinero. Los ingresos que ahora van a parar a narcotraficantes y terroristas podrían emplearse directamente en la reconstrucción de Afganistán. Puede decirse que sería una situación en la que todos saldríamos ganando. Y esto, por no hablar más que de los opiáceos. La utilidad de la marihuana para combatir el glaucoma y ayudar a aliviar el dolor de la quimioterapia está ya muy documentada. Además, la despenalización de las drogas significaría asimismo que habría menos impurezas letales (porque los traficantes cortan el material) y menos glamour del que se asocia a la prohibición. Las posibilidades de corrupción de las instancias oficiales también disminuirían, así como las guerras entre bandas. No hace falta ser apóstol de Milton Friedman para comprender que cualquier intento de prohibir un producto con tanta demanda y tanta facilidad de abastecimiento está condenado al fracaso.

Publicado en Foreign Policy - Edición española

Christopher Hitchens es colaborador de Vanity Fair y autor de Thomas Paine’s ‘Rights of Man’: A Biography (Atlantic Monthly Press, Nueva York, 2007).

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