julio 09, 2007

Ideas para el siglo XXI (I)


PROBLEMA: Los dictadores


Una Carta Magna mundial
Gari Kaspárov


Cuando las democracias contemporizan con los dictadores, los peores regímenes del mundo consiguen salir impunes incluso del asesinato

El mundo civilizado está en peligro. Hezbolá, Irán y Corea del Norte siguen existiendo sin que se les pidan muchas cuentas por el peligro que representan. Se da la bienvenida a la diplomacia a terroristas y dictadores, a pesar de su absoluto desprecio, e incluso odio, hacia la civilización occidental. El compromiso y el apaciguamiento están fracasando, como siempre. Es preciso un nuevo marco que sustituya los viejos acuerdos y estructuras que rigen la diplomacia mundial. Y no me refiero a la reforma de la ONU, una organización tan anticuada que hasta las sugerencias para reformarla se han quedado ya viejas. Naciones Unidas se creó para congelar una crisis –la guerra fría–, no para resolverla. La actual no es fría, sino caliente, y no es por territorios, ideologías ni comercio: es por el valor de la vida humana.


El mundo necesita una nueva organización basada en una Carta Magna global, una declaración de derechos humanos inalienables que todos los países reconozcan. Sin ellos, nos vemos arrastrados al mínimo denominador común. El comunismo cayó derrotado no por el relativismo moral y las largas reuniones, sino gracias a la oposición de dirigentes firmes y de moralidad inmutable, unida a la superioridad creciente de la tecnología y el nivel de vida de Occidente.

"Los valores consagrados en una nueva Carta Magna deben defenderse como si fueran fronteras, porque es lo que son"

Mis partidas de ajedrez contra diversas generaciones de ordenadores me hicieron ver que es imposible detener la marcha de la tecnología. El afortunado periodo que hemos vivido, en el que las armas de destrucción masiva (ADM) son increíblemente caras y difíciles de fabricar, llega a su fin. No existe una solución única para impedir la proliferación del terrorismo y las ADM, pero debemos reconocer que no hay solución posible con los mecanismos actuales. Hay países que hablan de democracia y luego firman acuerdos secretos con aliados estratégicos que no hacen ningún caso de los valores demoque acabarse. Es preciso un frente común de sanciones estrictas y estratégicas combinadas con paquetes de ayuda para que funcionen los incentivos del palo y la zanahoria. También hay que mantener las intervenciones militares conjuntas para proteger vidas humanas. Hay que defender los valores consagrados en esa nueva Carta Magna como si fueran fronteras, porque es lo que son.

Hoy, los países que valoran la democracia y la vida controlan la mayor parte de los recursos mundiales, así como su poder militar. Si se unen y se niegan a mimar a los regímenes sin escrúpulos y que patrocinan el terrorismo, su autoridad será irresistible. Su riqueza combinada puede financiar nuevas tecnologías para remediar su adicción al petróleo, que ahora otorga poder a muchos terroristas y dictadores.

El objetivo de ese pacto no sería construir muros para aislar a los millones de personas que viven bajo regímenes autoritarios. Todo lo contrario, consistiría en comportarse como auténticos dirigentes y dar ejemplo, además de incentivos concretos para hacer que se respeten los derechos humanos. No hay más que ver cómo el acicate de la entrada en la Unión Europea ha promovido reformas radicales en toda Europa del Este. Ese modelo debe repetirse a escala mundial.

En el famoso discurso que pronunció en 1946 en Fulton (Missouri, EE UU), Winston Churchill advirtió que la recién creada ONU debía ser “una fuerza para actuar, y no sólo una serie de palabras superficiales”. Hoy vemos que no hicieron caso de sus advertencias. Los llamados líderes del mundo libre hablan de promover la democracia mientras tratan a los dirigentes de los regímenes más autocráticos como iguales. Una Carta Magna mundial prohibiría esta hipocresía y ofrecería un poderoso incentivo para la reforma. Las políticas de compromiso han fracasado en todas las instancias y en todos los rincones. Ha llegado ya la hora de reconocer ese fracaso e intentar una nueva vía.

Publicado en Foreign Policy - Edición española

Gari Kaspárov es presidente del Frente Civil Unido en Rusia. Fue campeón mundial de ajedrez durante más de veinte años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una síntesis muy exacta de una posición política clara y decente. A los asesinos de la libertad ni agua.