Yo me manifiesto, tú te manifiestas, él se manifiesta...

Ante tanta manifestación multitudinaria, cualquier extranjero pensará que es un rasgo "typical spanish". La manifa se ha convertido ya en algo tan tradicional como ir el domingo al cine o a ver un partido:
- ¿Qué harás el finde?
- No sé ¿qué manifa ponen?

Rajoy comentaba que la última manifa que convocó era muy bonita. Es decir, estamos entrando ya en la "estética de la manifestación", y seguro que no tardan en aparecer masters sobre el tema en distintas universidades: "De la estética sobre la manifestación post-transición". Cuando un planteamiento conceptual llega a la estética, es que poco camino más le queda por recorrer pues la estética marca el límite entre lo racional y lo irracional. El siguiente paso es votar a un pintor, a un poeta o a un director de cine y llegar al absoluto fitcheano en el congreso.

Por otra parte, de ser la calle tradicionalmente expresión de la izquierda, convocar a más de un millón de personas en plan derecha ha llevado al PSOE ha tener que decir que la legitimidad está en las urnas y no en la calle. Ellos, tan amantes de la pancarta ahora se revisten de la dignidad de los despachos como otrora hizo Aznar con las manifas sobre Irak, que es ahora un gran pancartista. Más allá de demostraciones de fuerza, el PP ha conseguido un importante efecto político: inactivar la manifa como arma predilecta de combate de la izquierda. Quien más, quien menos está ya un poco agotado de tanta manifa y de ser un instrumento de desestabilización, en plan cacerolada, su abuso produce una banalización que hace mella en la derecha pero que afecta sobre todo a la izquierda. Y es que como dice el refrán, lo poco gusta y lo mucho cansa.

Eduardo Satué