Punto y seguido
Cualquiera que haya seguido mínimamente la génesis y el desarrollo de C's desde las fechas del Primer Manifiesto, y lo haya hecho sin prejuicios, tiene derecho a sentirse confundido, por decirlo con suavidad, ante el viraje decretado por la dirección con motivo de las próximas elecciones europeas. Como es sabido, tras agotar definitivamente los intentos de entendimiento con la otra gran fuerza progresista y no nacionalista española, UPyD, la dirección de C's ha optado por dar media vuelta y embarcar al partido en una extravagante coalición electoral cuyos socios desmontan con metódica parsimonia todas y cada una de las bases sobre los que se ha construido la alternativa política de C’s desde 2005.
Una coalición electoral es un objeto político delicado. Por un lado, hermana a fuerzas políticas que se reconocen como distintas; por otro, obliga a los votantes a no distinguir entre ellas a la hora de escoger a sus representantes. Existen diferencias, se viene a decir, pero tan irrelevantes que sería redundante presentarse por separado. Detrás de una coalición electoral, por tanto, hay siempre una comunión de prioridades, una mirada común sobre los diagnósticos y una muy amplia afinidad en los proyectos políticos, que son, al final, los que se someten al examen de las urnas.
No es de extrañar, por ello, el malestar en el seno de C’s ante los compañeros de viaje que se han ido añadiendo a la travesía europea. Ya la inclusión en la coalición de la formación leonesista Unión del Pueblo Salmantino desencadenó en su momento un tenso debate por la incompatibilidad del leonesismo, como ideología identitaria, con los valores y los ejes de la acción política de C's. La verdadera fractura, sin embargo, vino con la sorpresiva adhesión de C’s a la candidatura “pan-europea” de Libertas, la plataforma euroescéptica del multimillonario irlandés Declan Ganley. Tanto por la forma (la coalición se presentó en público antes de que el Consejo General pudiera siquiera valorarla, y cuando lo hizo, se limitó a validar el hecho consumado tras un exhaustivo debate de… ¡16 minutos!) como por el fondo, esta alianza supone un atropello sin precedentes y una completa desfiguración, rayana en la inversión, del proyecto de C's.
En efecto, para un partido que siempre se ha definido como sinceramente europeísta y comprometido con el proceso de construcción de la UE, la alianza con Libertas es un contrasentido. Libertas surgió en 2005 para evitar que Irlanda ratificara la Constitución Europea, y el éxito en el empeño animó a su creador a lanzarla a escala continental. Así lo ha hecho para estas elecciones europeas, reconvirtiéndola de hecho en una suerte de Internacional de la reacción antieuropea cuyo ideario explícito se reduce a una combinación de populismo, oportunismo y demagogia anti-Bruselas que resulta realmente indigesta cuando se aparta la hojarasca vacía. Una hojarasca entre la cual resultan especialmente cínicas las protestas de europeísmo de los portavoces de Libertas; así como los intentos de disfrazar su patrioterismo y su fobia a la construcción federal de la UE con vagas apelaciones a valores tan nobles como “democracia”, “transparencia” o “rendición de cuentas”. Nobles y cada vez más urgentes, pero sin ninguna credibilidad en boca de los señores “No” de la construcción europea.
Y es que todo lo que el discurso oficial de Libertas pueda tener de calculadamente ambiguo, constructivo, moderno o pro-europeo se disuelve como un azucarillo cuando se examina la naturaleza, perfectamente reconocible, de los partidos reconvertidos en terminales nacionales de Libertas. Hay que recordar que Libertas se presenta como “el primer partido pan-europeo”: en ese ámbito habrá que valorarlo. Y dentro de esta candidatura pan-europea en la que la dirección de C’s ha embarcado al partido, se encuentran formaciones como la polaca Liga de las Familias, antisemita, homófoba y tachada de integrista por el propio Vaticano, el tradicionalista Movimiento por Francia (MPF), colindante con la extrema derecha y acusado de xenofobia, o “La Destra” (La Derecha) italiana, escisión (más) radical de la Alianza Nacional posfascista. Estas tres formaciones son las únicas afiliadas a Libertas que ya están presentes en la Eurocámara: las dos primeras se adscriben al grupo parlamentario “Independencia / Democracia” y la tercera se integra en la “Unión por la Europa de las Naciones”, igualmente soberanista. ¿Europeísmo? La coalición en la que se ha adherido C’s no es sólo populista y alérgica a cualquier ambición europeísta, sino que sirve de cobijo a las ideologías más reaccionarias, premodernas e intransigentes de Europa.
¿Qué hace un partido laico como C’s junto a partidos confesionales, puritanos e integristas religiosos? ¿Qué comparte un partido no nacionalista como C’s, con fuerzas que basan su discurso en el miedo al extranjero y la exaltación de la identidad excluyente? ¿Qué tiene en común C’s, que se ha definido como un proyecto heredero del socialismo democrático y el liberalismo progresista, con una amalgama de grupos tan antiliberales como antisocialistas? ¿Qué afinidad ideológica, programática, política, justifica que la permanencia en una coalición cuyos miembros representan todo lo que C’s combate?
C’s surgió como una propuesta política de progreso basada en la ciudadanía, que reivindicaba el legado de las revoluciones liberales, sociales y democráticas del siglo XIX. Era un proyecto preocupado por las personas, sus derechos y libertades; que apelaba a la razón y no al sentimiento o al miedo; comprometido con la modernidad y no con la nostalgia de ningún pasado idealizado. Un proyecto que quería ensayar otra forma de hacer política, que dejara atrás la demagogia y el populismo de bajos vuelos. Y su acción política, hasta ahora, había sido coherente con esas posiciones: en las instituciones, las movilizaciones, las grandes decisiones, lo hecho ha estado siempre en línea con lo dicho.
Hasta ahora. Porque la política de alianzas supone, también, un poderoso elemento de definición e identificación: en política, saber con quién se anda es una buena forma de acercarse a lo que se es. Y la coalición europea con partidos situados en la extrema derecha anti-UE desanda ostentosamente la trayectoria política que ha seguido C’s desde su fundación, la niega, la humilla. Por la vía de los hechos, la participación de C’s en la candidatura de Libertas-Intereconomía en España supone una mutación radical de proyecto político que sólo puede sobrevivir a costa de sacrificar cualquier atisbo de coherencia, moviéndose bien hacia el oportunismo más frívolo, bien hacia un populismo reaccionario e indeseable.
Por supuesto, la dirección de partido niega este extremo, y sostiene que el proyecto político de C's permanece y va a permanecer inalterado, reconociendo que nuestros nuevos compañeros de viaje se encuentran “en nuestras antípodas”. Pero, estando en nuestras antípodas en lo social, en lo político, en lo económico, en lo europeo, ¿qué sentido tiene entonces una coalición con ellos? Se aduce entonces que la coalición es con Libertas, y no con las formaciones con las que Libertas se haya asociado en cada país. Pero, ¿qué es Libertas sino la agregación de todas esas formaciones, de todos esos discursos? Sutilezas aparte, el intento de lavarse las manos de lo que diga, lo que haga y lo que sea nuestra coalición en otros países no es de recibo cuando se está pregonando a los cuatro vientos la supuesta vocación de “primera candidatura pan-europea” de Libertas, y no casa tampoco con el más elemental sentido de europeísmo, que pasa por no considerar ajeno nada de lo que pase en Europa. En cambio, encaja perfectamente con la eurofobia que demuestra la trayectoria política, más allá de discursos vacíos y brindis al sol, de Libertas y sus terminales. Lo cual nos devuelve al principio...
En realidad, dejando de lado consideraciones, por así decir, estrictamente prosaicas, logísticas y pecuniarias, no se ha puesto sobre la mesa ningún argumento propiamente político a favor de una coalición tan extemporánea como ésta. Quizá porque no los hay, o quizá porque los hay pero no son defendibles. En este contexto, no puede sorprender la gravedad de la crisis abierta en C's. Con un apoyo a la coalición de menos del 52% de los miembros del CG y la mayor ruptura interna desde el II Congreso, la dirección ha llevado a C's a una fractura orgánica y un descrédito social y político que parece irreversible, independientemente de los resultados electorales. En lo que a mí respecta, observo con estupor y tristeza cómo, sin habeme movido de los valores y convicciones que me hicieron participar en la fundación de C's y en la definición de su proyecto político, la actual dirección se sitúa de repente en trincheras y en compañías que ni comparto ni puedo dejar de combatir políticamente, como socialista, como no nacionalista, como ciudadano laico y, desde luego, como europeísta. El compromiso con las ideas que me llevaron a C’s me obliga, ahora, a desmarcarme de una deriva en la que no me reconozco.
Hace cuatro años, un grupo de intelectuales puso la primera piedra de una iniciativa cívica y después política que ha resultado histórica para Cataluña y para toda España, tanto por su desarrollo directo como por la amplitud de sus ecos en otros ámbitos. Confluimos entonces en C’s ciudadanos preocupados por la calidad de nuestro sistema institucional y democrático, atraídos por la promesa de ciudadanía, hartos de la asfixiante hegemonía nacionalista e identitaria en regiones como Cataluña o el País Vasco, indignados ante la traición de la izquierda oficial y su complicidad con proyectos identitarios, excluyentes y profundamente reaccionarios. Al margen del rumbo actual del partido, estos años han descubierto la potencia del impulso político que lo sostuvo: los éxitos y avances conseguidos evidencian que no sólo era deseable, sino también posible y sólido. La ilusión y las esperanzas que consiguió movilizar en la ciudadanía muestran hasta qué punto era y sigue siendo necesario. Ellas, y la magnitud de los retos por afrontar son suficientes razones para sobreponerse a las dificultades, más allá de las siglas, y seguir construyendo un futuro por escribir.
Juan Antonio Cordero Fuertes